lunes, 19 de octubre de 2009

Una truculenta historia

Esta es la historia de una historia truculenta.

Si tienen paciencia, lean esta truculenta historia. Es tan truculenta que se trata de calendarios, ciclos vitales, astronomía, astrología, deseos, muertes, hurtos, secretos, osadías, engaños, amores, fratricidios, resurrectos, estrellas, lunas, equinoccios, diosas defenestradas, concilios, fórmulas, cálculos, danzas árabes y hasta de una fecha movible como fundamento de fe.

Mi intención aquí es abreviar esta truculenta historia milenaria. Pero si ustedes leen y leen y leen y siguen leyendo y ven que su tiempo se les escurre sin sacar nada provechoso, pueden dejar de leer esta entrada; pues aunque esta sea la historia de una historia truculenta que ha paralizado a medio mundo, por unos días, desde tiempos inmemorables; no se preocupen, que no pasa nada, que nada en sus vidas cambiará si la leen o la dejan de leer.

Corre y se va corriendo…

Esta es la historia de una historia truculenta, que hay paralizado a medio mundo, por unos días, desde tiempos inmemorables.

Calendarios los ha habido unos más precisos que otros. Unos siguen vigentes y otros fueron desechados. Hoy en día tienen vigencia los calendarios budista, chino, hebreo, hindú, musulmán y persa. Nosotros nos regimos por el calendario gregoriano que fue creado a imagen y semejanza de la fe cristiana. Están en desuso el maya, el ático, el egipcio, el griego, el hispánico, el inca, el irlandés, el juliano, el romano y el anglo-sajón; y fallaron en su intentona de politizar los días, los meses y los años: el republicano francés, el revolucionario soviético y el sueco. También se propuso uno patafísico, pero esa fue una excepción, por supuesto.

En fin, los calendarios más antiguos que se conocen se hacían tallando marquitas en los huesos de los animales según se observaban los movimientos de la luna, del sol y de las estrellas. Los calendarios fueron mejorando conforme esos movimientos se fueron asociando con los tiempos terrestres y los ciclos vitales de plantas y animales.

Así pues, todos los calendarios en su origen tenían un único y último propósito: todos tenían que determinar cuándo las noches se empiezan a hacer más cortas y los días más largos ( y viceversa); y a la vez, todos tenían que señalar con más o menos exactitud cuándo la tierra dejaba de ser fecunda o cuándo empezaba a ser fértil.

En la Antigua Babilonia, en donde eran extraordinarios para la astronomía gracias a sus cálculos sexagesimales, para delimitar los ciclos de fecundidad y fertilidad, se inventaron un calendario de dos estaciones, la del verano y la del invierno; y además, para quitarle lo desabrido a sus cálculos matemáticos y darle un poco de sabor a sus descubrimientos, se inventaron un truculenta historia para explicar el porqué las flores se secaban en esta o en aquella temporada o porqué los burros rebuznaban con más ahínco en una época determinada del año.

Esta historia truculenta, es la historia de Ishtar.

Ishtar, Venus pa’ los cuates, era señora del firmamento, diosa del amor, del sexo, de la fertilidad y de la guerra. Ishtar era hija de Nannar, la Luna, y de Sin, dios de la Luna; era hermana gemela de Shamash y hermana menor de Ereshkigal, diosa del inframundo. Ishtar era esposa de Tammuz, su hermano.
Cuando muere Tammuz, Ishtar, en su desesperación por devolverle la vida a su amado esposo-hermano, decide robarle los secretos de la vida y de la muerte a su hermana Ereshkigal, señora del inframundo.
Sin embargo Ishtar, para llegar hasta donde reina su hermana, necesita cruzar los siete vestíbulos que conducen hasta el inframundo. Para tal propósito, se pone sus mejores galas - que la envestían de poder- y precavida, deja instrucciones a uno de sus sirvientes para que la vaya rescatar si no vuelve. Acto seguido se va muy envalentonada a buscar los secretos de la vida y la muerte, bien decidida a cruzar los siete vestíbulos del inframundo. Desafortunadamente Ishtar ha subestimado la perspicacia de su hermana Ereshkigal y ésta, con trucos y engaños, logra hacer que Ishtar, según va cruzando cada una de esas siete puertas del inframundo, se quite una a una sus poderosas prendas. Al final, Ishtar llega desnuda e indefensa hasta Ereshkigal quien la mata y la cuelga de un clavo (sic).

Como Ishtar era la señora de la fertilidad, el sexo y la vida, a su muerte, la tierra nota su ausencia y empieza a languidecer, a secarse y a morir. Ante este panorama, su fiel sirviente Papsukal - ese al que Ishtar había dejado el encarguito de irla a buscar al inframundo si no regresaba después de algún tiempo -, en vez de ir tras ella hasta tan inhóspito lugar -de tarugo-, pide ayuda a los dioses para que busquen la manera de que Ereshkigal descuelgue a Ishtar del clavo y la devuelva con vida a la tierra. Finalmente, con su mediación, los dioses logran convencer a Ereshkigal de regresar a Ishtar a la vida; pero Ereshkigal, rejega, les impone a todos una condición: si Ishtar quiere regresar a la vida, Tammuz tendrá que vivir en el reino de los muertos durante seis meses al año; tiempo en que Ishtar, en la tierra, llorará y lamentará desconsoladamente el frío de su ausencia; pasado ese tiempo, Tammuz podrá revivir y volver temporalmente a la tierra por otros seis meses; tiempo en que regresará a vivir con Ishtar para hacerla sentir muy pero muy profundamente su fecunda e incestuosa relación. Al término de estos seis fogosos meses de abundante y divina fertilización, Tammuz deberá regresar por otros seis meses al inframundo y continuar así, año tras año, su ciclo de muerte y resurrección.
Jodiéndose Tammuz al tener que ir y venir semestralmente de la muerte a los coitos, sobra decir que Ishtar ni chistó ni mistó en aceptar las condiciones de su regreso a la tierra y a la vida.
En el calendario Babilonio, como es de suponer, los seis meses de ausencia de Tammuz correspondían al periodo otoño-invierno y los de la fecunda felicidad de Ishtar, al periodo primavera-verano.

Pero esta historia de la historia truculenta, que ha paralizado a medio mundo, por unos días, desde tiempos inmemorables, no termina aquí.

Esta historia por truculenta que parezca tomó más o menos cartas de naturalización en otras culturas y civilizaciones Indoeuropeas. Ishtar se convirtió poco a poco en otras diosas no menos importantes como Inanna, para los sumerios, Astaroth para los israelitas, Astarté para los fenicios, Anahit para los armenios, Astoret para los cananeos, Afrodita para los griegos, Ast –Isis en griego- para los egipcios, Venus para los romanos y Freya para los anglosajones.

Todas ellas estaban identificadas con el planeta “Venus vespertino” – digo “Venus vespertino” porque muy antes no se sabía que Venus era el mismo planeta que se veía tanto por la tarde como por la mañana, durante el amanecer y la puesta del sol-. Así pues, por paralelismo y asociación, muchas de estas diosas-Venus se impregnaron de otra historia de cielos y firmamentos. La historia de una deidad del Rig Veda: Ushás. Esta deidad era un poco exaltada. Era hermana del sol, joven bella, que montaba una cuadriga a través del cielo en las mañanas. Ella se encargaba de despertar a los pájaros y de ahuyentar a los malos espíritus. Ushás dio nacimiento a la diosa hindú Aruna, a la griega Eos, a la romana Aurora y a la anglosajona Eoster. Diosas-Venus-Auroras ellas, creadoras de las estrellas, de las mañanas y los amaneceres.

Todas estas poderosas diosas, de alguna manera y cada una a su estilo, señalaban los mismos momentos en el firmamento. La aurora, la salida y puesta de Venus, la salida del Sol, la aparición de la luna llena y el equinoccio de primavera. Y todas ellas, de alguna manera y cada una a su estilo, regeneraban los ciclos vitales de la tierra, fecundándolos.

Durante muchísimo tiempo, cuándo los calendarios marcaban el equinoccio de primavera, momento en que los días igualan en duración a las noches, momento en el que Tammuz volvía con Ishtar, Baal con Astoret, Adonis con Afrodita, Isis encontraba a Osiris y Freya a Odur, los pueblos indoeuropeos solían festejarlo con una gran celebración.
Estas fiestas iniciaban en la primera noche de plenilunio después del equinoccio de primavera y duraban en promedio siete noches y siete días. Los hombres y mujeres se dedicaban a festejarlo promiscuamente con fiestas de sacrificios, comilonas, vinos y lujuria. Así agradecían los pueblos a sus diosas el paso del invierno a la primavera, la resurrección a la vida con la promesa de la fecundidad y la abundancia y el reinicio de los ciclos vitales en la tierra.

La fuerza de Ishtar y sus posteriores metamorfosis, aún perduran en nuestro inconciente colectivo. Ishtar vive, por ejemplo, en las palabras como star, stern, Esther, stella, constelación, etoile, estrella; o viernes, vendredi, Friday, Freitag días consagrados a Venus y a Freya; en las palabras Este, East, que es por donde salen Aurora, Eos, Eoster y Ushas. Esta misma deidad Sajona, Eoster, da sentido al “Easter”, la Pascua, que se celebra el primer domingo de plenilunio después del equinoccio de primavera. Isthar afrodisíaca como la Afrodita que es, y aún a pesar de ser despojada de sus velos y joyas y de quedar vulnerable en su desnudez frente a la muerte, por la pasión y determinación con que cruzó los siete vestíbulos del inframundo para a buscar a su marido, Isthar dio origen a la danza árabe de “los siete velos”.

Pero si creen que todo lo dicho es lo truculento de la truculenta historia se equivocan. Lo truculento empieza ahora.
A la llegada del cristianismo, por bulas y concilios, por lo civil o por lo penal, por imposición o inquisición, la Virgen María sustituyó a muchas de esas diosas milenarias de la fertilidad, las cuales quedaron ignominiosamente reducidas a meras advocaciones suyas - si se cuadraban a la fecundidad- o a diablesas o prostitutas - si se significaban por la sexualidad-, y el festejo de las bacanales y los carnavales y la resurrección de los amantes, quedaron debidamente oficializados a la cuaresma y la Semana Santa.

Sin embargo, lo verdaderamente truculento de la truculenta historia es ver cómo establece la curia cristiana el día en que cae su Pascua. Cómo deciden, año tras año, después del 21 de marzo - fecha establecida por concilio como el día en que ocurre el equinoccio de primavera - cuándo se debe celebrar el día más importante para los cristianos. Lo truculento de la historia es la necesidad de imponerse a milenios de historia, cultura y humanidad, para fijar, at ovum, como una fecha de su propiedad, en un calendario establecido por ellos mismos, una celebración que se ha venido haciendo desde tiempos inmemorables y que por su importancia, ha paralizado a medio mundo desde entonces: la llegada de la primavera. Lo truculento es ver como la curia calcula y fija a voluntad, oficial y retorcidamente, para hacer coincidir con esta fecha, los días de la cuaresma y la resurrección de Cristo, el evento más importante de la fe cristiana.

Para el cálculo hay que establecer unas premisas iniciales*:
La Pascua ha de caer en domingo.
Este domingo ha de ser el siguiente al
plenilunio pascual (la primera luna llena de la primavera boreal). Si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía.
La luna pascual es aquella cuyo plenilunio tiene lugar en el
equinoccio de primavera (vernal) del hemisferio norte (de otoño en el sur) o inmediatamente después.
Este
equinoccio tiene lugar el 21 de marzo.
Llamamos
epacta a la edad lunar. En concreto nos interesa para este cálculo la epacta del año, la diferencia en días que el año solar excede al año lunar. O dicho más fácilmente, el día del ciclo lunar en que está la Luna el 1 de enero del año cuya Pascua estamos calculando. Este número —como es lógico— varía entre 0 y 29.
Antes de proseguir es preciso dejar claro que en términos astronómicos, el equinoccio puede tener lugar el 20 o el 19 de marzo, si bien en el
calendario gregoriano se establecen unas fechas astronómicas que, aún difiriendo ligeramente de las fechas astronómicas reales, son las que se emplean para el cálculo.
Así las cosas, queda claro que la Pascua de Resurrección no puede ser antes del
22 de marzo (en caso de que el 21 y plenilunio fuese sábado), y tampoco puede ser más tarde del 25 de abril, (suponiendo que el 21 de marzo fuese el día siguiente al plenilunio, habría que esperar una lunación completa (29 días) para llegar al siguiente plenilunio, que sería el 18 de abril, el cual, si cayese en domingo, desplazaría la Pascua una semana para evitar la coincidencia con la pascua judía, quedando: 18 + 7 el 25 de abril)

Hoy en día la fórmula más sencilla de calcular esta fecha es mediante la fórmula desarrollada por el matemático
Gauss.

Definamos 5 variables, a, b, c, d, y e. Además de dos constantes M y N, que para los años comprendidos entre
1900 y 2100 tomarán los valores 24 y 5 respectivamente. Llamaremos A al año del que queremos calcular la Pascua.

Cálculo:

a es el
resto de la división , o técnicamente según la Aritmética modular diríamos ,
b es el
resto de la división ,
c es el
resto de la división ,
d es el
resto de la división ,
e es el
resto de la división .

Si d + e <> 9), caerá en el día (d + e − 9) de abril.
Existen dos excepciones a tener en cuenta:
Si la fecha obtenida es el 26 de abril, entonces la Pascua caerá en el 19 de abril.
Si la fecha obtenida es el 25 de abril, con d = 28, e = 6 y a > 10, entonces la Pascua caerá en el 18 de abril.

Los valores de M y N para años anteriores a 1900 o posteriores a 2100 pueden obtenerse de la tabla siguiente:
Años
M N
1583-1699 22 2
1700-1799 23 3
1800-1899 23 4
1900-2099 24 5
2100-2199 24 6
2200-2299 25 0
Ejemplo
Para comprobar la fórmula, calcularemos la fecha del domingo de Resurrección del año 2007
A = 2007
M = 24
N = 5

a = resto de la división:
2007
19
=12
b = resto de la división:
2007
4
= 3
c = resto de la división:
2007
7
=5
d = resto de de la división:
19*12+24
30
= 12
e = resto de de la división
2*3+4*5+6*12+5
7
= 5

Como "d" + "e" = 17 > 9, habremos de utilizar la segunda de las fórmulas (la correspondiente a abril), la cual da como resultado 8.
El domingo 8 de abril de 2007 es domingo de Resurrección.

*(Tomado es.wikipedia.org/wiki/Computus, a saber).

2 comentarios:

Hluot Firthunands dijo...

Antigüamente con pueblos analfabetas, era truculento saber contar y llevar el registro de los meses y dias transcurridos.
Asi se obligaba a los campesinos a dar ofrendas a los dioses para saber cuando empezar la siembra.

Actualmente como mucha gente sabe leer y escribir, lo truculento consiste en hacer un calculo inexacto para obligar a la consulta y que la gente pueda seguir sus tradiciones y creencias.

Creo que la mas truculenta truculencia en toda la historia es que las ofrendas nunca, nunca han llegado hasta los dioses.

Siempre son los sacerdotes los que engordan.

Miranda Hooker dijo...

Las historias truculentas se cuentan por entregas, como en las telenovelas, porque si no, lo oscuro, lo denso y lo innombrable, marea.

No supe qué pensar. Yo le tengo un especial cariño a los calendarios institucionales.