jueves, 28 de agosto de 2008

Un cuadro

Es un cuadro colgado en la pared. Trazos prisioneros en tela, marco y vidrio.

Ni expresión del alma con depuradas formas, ni pintura bella en marco bien labrado. Melodía sin ritmo. Alegoría en silencio. Color sin pena, lugar sin gloria. Un cuadro colgado en la pared que cuenta una historia aburrida, estática y monótona, sin intensión y muy escasa perspectiva, sin punto de fuga, en blanco y negro.

Herencia de utilidad poca y valía apenas justificada. Ser transmutado de intento de arte a mueble servil adscrito a una pared deslucida con necesidades de maquillaje.

Es un cuadro que aspira a figurar en la pared de un museo y en sus ansias, abrumado por el temor de ser percibido de reojo como accesorio de insignificante expresión, polvo y olvido; exige mi presencia frente a él como celador, mayordomo o escudero, ordenanza, comparsa o actor de reparto.

Es un cuadro colgado sufriendo la pared como encierro, al que miro reflejado en un espejo. Un cuadro que me hace sentir, para su consolación y mi malestar, eso y sólo eso: como un cuadro colgado en la pared.

jueves, 21 de agosto de 2008

Asociaciones aberrantes de una mente ociosa

La mente ociosa produce asociaciones aberrantes.
Lo tengo comprobadísimo con la mía.

Ejemplo:
Salgo en una camilla, boca arriba, con una rajada de 12 cm. en la espalda, cuarto tornillos de vanadio, platino y níquel y un injerto en las vértebras hecho con limadura de mi propio hueso. Traigo una sonda por detrás que me drena la herida. El pito intubado. La muñeca canalizada con un catéter que parece garrapata y un dolor que me lacera. Después de estar cinco horas en el quirófano inconciente con la mente ociosamente en blanco ¿Qué es lo primero que pienso al salir? Quiero un chuletón de Ávila.

Otro ejemplo:
A los pocos días después de haber salido del hospital, voy al dentista con un dolor de muelas de vértigo, acompañado por todo el cuadro arriba descrito (sin el catéter garrapatoso, ni el pito intubado, ni el drenaje por detrás, obviamente). Llego. Estoy en la sala de esperas sin hacer nada, sin pensar en nada, soportando la incomodidad del dolor envuelto en un corsé de plástico totalmente rígido, haciendo yoga casera para mantener la mente en blanco. Espero no sé que tanto, así, con la mente ociosa y mi caparazón de plástico. Entro, me pinchan las encías, me sacan la muela del juicio. Salgo apendejado por la conjunción de analgésicos y anestesias para la espalda y la boca. Veo una hormiga negra perdida en la inmensidad alba e impoluta del piso de la sala de esperas y qué hago: me pongo a contar los pinchazos que mi maltrecho cuerpo hubo de recibir durante ese mes: 110… y lo más absurdo, me pongo a recordar todas las veces que me ha picado algún tipo de bicho con aguijón.

Y ahí me tienen, camino a casa. Recordando a las hormigas rojas chiquititas y rabiosas que se me subieron sin deberlas ni temerlas y me mordieron como depravadas en el jardín de la casa de mi tío Paco en Jalapa y mismas que me dejaron las extremidades hechas un bulto ardiendo. O las rojinegras grandotas como de medio centímetro que se me subieron en el Rancho del tío Pepe cuando estaba abriendo una cerca en medio del fango y que por poco me comen los cojones ¡Cerca la bala! O las rojas grandotas de Teotihuacán que no me hicieron nada pero que miedo que me daban. O las marrones que se me subieron cuando estábamos perdidos mi primo, mi hermano y yo en medio de la selva y me dejaron los pies más jodidos de lo que ya me los habían dejado las ampollas que para entonces me habían sacado mis huaraches de llanta. O la avispa en Wichita Falls que me picó a traición por la espalda y me la dejó como de dromedario, por mover el avispero cuando estába saltándome la barda del vecino . O la garrapata que me pescó un nervio detrás de la rodilla y la muy cabrita seguía chupando sangre calientita y yo, mientras, soportando la lluvia fría de noche en pleno campo. O las chinches que se colaron de ilegales en unos sleeping bags una vez que se los presté al primo Alvar y que tomaron carta de naturalización en mi colchón desde el cual azotaron mi cuerpo durante varias noches hasta que murieron por los efectos de la guerra química que les lanzó mi mamá. O los piojos que nos consiguió nuestra querida Chabela y que tuvieron la misma suerte que las chinches.O el milimétrico bicho de abdomen inflado con mi propia sangre que me descubrí en el interior del muslo, para mi asco, una mañana en Mérida. O el acoso de los mosquitos trompeteros muchas noches en muchas partes del mundo.

Me acuerdo ahora de la vez que me caí en una ortiga y acto seguido me comieron los mosquitos en un campamento en Valle de Bravo, de esto hace ya dos y medio eclispses de sol. Cómo habría quedado que cuando regresé, mis compañeros de prepa empezaron a gritar que yo tenía lepra o sarna o sepa Dios que enfermedad hiper-infecto-contagiosa y que me regresara a mi casa (bola de miserables); y en el metro, con todo lo apretujado que uno viaja ahí, nadie se me quería acercar.

Pero, y todo esto ¿a qué viene?

Ah sí, les estaba poniendo a mi mente como ejemplo de las asociaciones aberrantes de una mente ociosa, pero creo, no sé ustedes, que se las debo para otro día.

miércoles, 20 de agosto de 2008

El ethos fáctico de Amby Okonkwo

Asomarse al universo de la información para ser concientes del mundo que nos rodea siempre deja un tanto de asco o un tanto de decepción. Los acontecimientos cotidianos transfigurados en agujeros negros de tristeza, engullen toda nuestra energía y nos impiden ver una luz de alegría más allá de toda esa miseria.

Así, todos los días nos tenemos que tragar a través y gracias a la tecnología de la información: los votos de castidad de los pederastas, las torturas de los descuartizadores, la crueldad de los asaltantes, los azotes de los machos, las tropelías de los narcotraficantes, la corrupción de los moralistas, la megalomanía de los políticos, las ambiciones imperialistas de los empresarios, el nacionalismo globalizado de los militares, la tacañería del perverso, la compulsión creativa de los tecnócratas; las prescripciones antidepresivas de los consumistas, la auto-deificación de los científicos, la codicia de los profesionales, el fanatismo explosivo de los terroristas, la basura de los teleoperadores, las prebendas y prerrogativas de los incompetentes, las manías de los jefes y las depresiones de los empleados, las obsesiones de los padres obsesivos, el caché de los niños malcriados y las aportaciones de algunos pseudo-pensadores.

Estos especimenes noticiosos se encuentran también en género femenino, pues igual que aquellos, andan por ahí dando brinquitos salpicándonos de esa mundanal porquería sendas beatas de postín, cortesanas de los negocios, monjas del sadismo y actrices de la falsa dignidad y la vulgaridad entre otras tantas etcéteras.

Además de toda la crudeza del mundo real, tenemos que pensar que no toda la información que recibimos es necesariamente cierta y que hay quienes quieren inducirnos a tener una incorrecta percepción de nuestro depauperado entorno, pues como dijo el muy respetable y gran pensador de la vida currante, mi querido amigo el Sr. Don Primitivo, ex portero de este edificio donde trabajo: “Estos (periódicos) nos hacen leer lo que ellos quieren que creamos”.

Estos elementos del manipuleo y esos sucesos de la vida real me hacen pensar en el mundo en el que realmente vivo, el mundo que percibo y el mundo compartido en el que me gustaría vivir. Por eso, independientemente de la crudeza de los sucesos, la veracidad de la información o de la fiabilidad los medios, me sorprendo ante la sencillez de esta noticia:

Un sin papeles nigeriano, Amby Okonkwo, que a 40º bajo el sol en Sevilla vende pañuelos desechables de carro en carro en la calle, para ganarse como máximo 15 euros al día; se encuentra una cartera con 2700 euros, credenciales y tarjetas, la entrega a unos policías y estos se la regresan al mensajero que la acababa de perder; y él en agradecimiento, le da 25 euros a su salvador.

Cierto es que no puedo menos que sentir ternura y admiración por Don Amby (“no hubiera podido gastar algo que no es mío. No va con mis creencias”), respeto por la honestidad de los policías y alegría por el mensajero; pero me obliga a reflexionar en lo escasos que debemos andar de algunos recursos éticos para que en este mundo de depredadores insaciables e intereses creados, un hecho de buena voluntad, sea noticia.

Es cierto, la esperanza, la caridad, la misericordia, la fraternidad, la honradez, la solidaridad y el altruismo, sentidos en el tuétano desde la cuna y no obrados por pose, interés monetario o manipulación oportunista, son frutos que esperamos del mundo y que afortunadamente muchos anónimos invisibles siembran, como Don Amby, con el ánimo y la convicción de lograr de facto, ese mundo menos sombrío y más de vida en el que a todos nosotros, el grueso de la gente, nos gustaría vivir.

miércoles, 13 de agosto de 2008

el azar y la necesidad

Ante la amenaza del azar y la necesidad cada uno busca sus refugios para sentirse menos inseguro.

Los racionalistas y analíticos con mentes de fundamento económico-administrativo basados en la irracionalidad de “e”, estudian cuidadosamente la institución bancaria en donde abrir una cuenta de ahorros de plazo fijo que le brinde un interés igual o mayor al que buscan los previsores inversionistas que reducen su incertidumbre de asociación institucional, en base a las estadísticas de la fenomenología casuística y el cálculo infinitesimal en las relaciones de eventualidad y probabilidad de un accidente, una enfermedad, una jubilación premeditada, ventajosa y alevosa o una muerte prematura (así “una”, como si la muerte fuera indeterminada).

Esta gente inteligente y racional que conoce los parajes y las épocas de apareamiento del dinero y que controla sus ciclos de reproducción y crecimiento anotándolos cuidadosamente en sus libros mayores y menores, en sus tablas de estadísticas, en sus estados de cuenta y en sus informes financieros, no saben ustedes la envidia que me producen.

Yo estoy negado para los números, y el dinero, según tengo entendido, tiene un componente genético de altas matemáticas y tiempo, que se traduce para mi corto entendimiento, en un sucedáneo de la teoría de la relatividad.

Como soy medio agnóstico ( y no por cuestiones que interesen a la divinidad; sino porque todavía no sé si lo soy o no lo soy; por lo que deduzco que más bien soy medio “hamletiano” ), y mi fundamento es la patafísica no cuantificable, tengo que recurrir a otros artilugios de análisis para reducir mi incertidumbre frente al azar y la necesidad, por ejemplo: el panteísmo agnóstico, la inducción premeditada de la suerte , la coincidencia bidireccionada de las percepciones diversas, la intencionalidad abúlica del yo-social, el silencio aúreo ( que no se qué es pero que suena rebonito), los prosaicos resultados de la lotería, la relación excluyente de los similares, la voluntad inclusiva del vacío existencial o la universalidad del egocentrismo (todos estos con sus respectivas excepciones, claro está).

Para mejor ejemplo, este modelo de análisis:

Hoy por la mañana, me aborda a la salida del metro una simpática gitana entrada en carnes, con una típica sonrisa gitana y con la edad suficiente como para engatuzar a un payo como yo, y me entrega, escrito en un volante, el siguiente paquete de inversiones:

Profesor Malik
35 años de experiencia
Gran ilustre vidente mágico africano con rapidez, eficacia y garantía.
Experiencia en todos los campos de la alta magia, soluciona cualquier tipo de problema por difícil que sea. Protección contra el mal, enfermedades crónicas. Conocedor de secretos y todos los casos difíciles como: depresión, amarres, negocios, quitar hechizos, recuperar parejas, encontrar trabajo, mantener puestos de trabajo, atraer personas queridas, limpiezas, quitar mal de ojo, quitar mala suerte, romper ligadura, impotencia sexual, ayuda para exámenes y suerte. Resultado garantizado 100% en poco tiempo. Si quieres conseguir una nueva vida y también todo lo que te preocupa, ¡Llama ahora!
Recibo todos los días de 8 h a 22 h.
Resultados en 7 días
Bus: 34-35 Metro Urgel (línea 5) tel. 634 965 121

El paquete de inversión es bastante completo, pero es algo irreal, por tres razones sustanciales de excepción:
a) ¿Por qué pone a una gitana a repartir volantes para que lo llamen si puede de antemano adivinar quien lo va a visitar?
Respuesta: porque no es bueno en lo que hace.
b) Si es tan eficaz en cuestiones de adivinación y es conocedor de secretos y de todos los casos difíciles: ¿Por qué no se adivina él mismo el curso de su propia pecunia, se hincha de dinero y se quita de trabajar?
Respuesta: porque no es bueno en lo que hace.
c) ¿Por qué invita a la gente a conseguir una nueva vida y también todo lo que les preocupa?¿No sería mejor ayudarlos a conseguir una nueva vida deshaciéndose de todo lo que les preocupa?
Respuesta: porque al parecer sólo es bueno consiguiendo preocupaciones.

Afortunadamente, gracias a mi análisis patafísico no cuantificable me doy cuenta que este no es un buen paquete de inversión para reducir la incertidumbre frente al azar y la necesidad.
Espero que ustedes coincidan conmigo.

martes, 12 de agosto de 2008

de maneras de fisgonear y sorprenderse

De chiquito me inventé el juego de descubrir mundos paralelos y hoy convivo con esta manía que tengo desde entonces, ni modo.

Empecé mi afición jugando a mirar a través del cristal de la ventana; pero tratando de encontrar, al mismo tiempo en el exterior, mi imagen reflejada en el cristal. Era como verme desde mi casa, afuera en la calle, en un espacio mágico y virtual.

Y así andaba yo en aquel entonces, fisgoneando a través del minúsculo mundo distorsionado y en movimiento de las gotas de lluvia deslizándose por los cristales de los coches, o mirando a través de los líquidos en los vasos los objetos “quebrados” moviéndose en dirección contraria , o a través del arco iris en los cristales de las botellas, u observando por detrás de los lentes de las personas miopes e hipermétropes. Me encantaba meterme en el infinito de los espejos puestos frente a frente, ver a mi sombra reflejada en el espejo o en las ondas del agua; mi doble personalidad cóncava-convexa-patas-arriba-patas-abajo en las cucharas, descubrirme como espectador y actor en los reflejos de los cristales en los escaparates, o como ente observado en los ojos de los gatos, pasajero en las carátulas de los relojes o artículo de decoración en las joyas de las personas. Me emocionaba descubrir los mundos amplificados de las lupas, de los prismáticos de juguete.

Todavía hasta la fecha, les digo, me encanta sentir, imaginar y encontrar que existen otros mundos con otros momentos paralelos al nuestro. Me gusta ver pasar a un referente y observarlo con atención para imaginarme su vida, su proceso, nuestros puntos vinculantes, nuestros puntos excluyentes, nuestra interrelación pasada, nuestro momentum o pensar en nuestras finitas probabilidades dentro de nuestras infinitas posibilidades.

Hoy en día, ya crecidito, mi sofisticación por descubrir esos mundos va un poco más allá. Además, claro está, de las lecturas, las pláticas y los viajes, existen unos aparatos de fisgoneo que me producen una especial erótica de vida: los caleidoscopios, los teleidoscopios, los telescopios, los microscopios, los endoscopios y los ecógrafos.

El caleidoscopio me produce una sensación de onanismo virtual, porque es como una síntesis de toda mi experiencia en lentes y reflejos. Mi papá me ayudó a construir mi primer caleidoscopio y desde entonces me erotiza encontrar, en la simplicidad de un cilindro con tres espejos, dos cristales y unos cuantos abalorios, una infinidad de reflejos reproduciendo los fractales del universo en un infinito encerrado en sí mismo, en donde con un mínimo giro se puede reproducir al mismo tiempo una galaxia o un cristal de hielo. Se me figura un telescopio o un microscopio Escheriano en donde se observa in vitro una sucesión Fabonacci. El caleidoscopio es para mí, un espejo psicológico para mirar lo que es la mente conectada con el universo.

El teleidoscopio, por otra parte, es como una psicodelia natural sin aditivos ni conservadores. Me parece, en este sentido, el mejor distorsionador de la realidad que puede haber. Cuando ves a través de este aparato te piras sin drogas a tu interior y observas la realidad como el ojo único. Es como un LSD divertido e inofensivo.

Los telescopios me encantan porque me abren las puertas al universo. Me fascina esa sensación de poderme acercar a lo distante, contraponiendo mi transitoria pequeñez a su inacabable inmensidad. Con unos simples prismáticos con los que le pueda ver las verrugosidades a la luna ya me prendo; como me prendí, hace dos glaciaciones, cuando mi papá, en la azotea de nuestra casa, con un telescopio rudimentario, me mostró las lunas de Júpiter.

Lo mismo me pasa con los microscopios; pero al revés: sentir la infinitud inimaginable de lo ínfimo. Fue mi padre, también, con su ahora ya senil microscopio, quien me introdujo a esos mundos de los tejidos celulares y organismos unicelulares patógenos nadando felizmente en su medio inmundo. Hace poco tuve la oportunidad de asomarme a los mundos moleculares a través de un microscopio electrónico en la Universidad de Politécnica de Madrid: ¡Qué pasada!

Y por último, los endoscopios y los ecógrafos, que son una maravilla para mirar dentro del cuerpo humano la asombrosa fuerza de la vida en el universo, y sirven para crearte ese silencio vasto y divino de reciprocidad entre la mente y el cuerpo, entre lo interior y lo exterior, cuando estas viendo a tu hijo crecer dentro de su madre.