miércoles, 20 de enero de 2010

Para hablar de la tragedia

Una tragedia, en su sentido clásico, debe tener un protagonista bueno y valeroso que después de luchar contra toda adversidad, se da cuenta que no puede cambiar su destino. Un protagonista, que persiguiendo una causa noble, cae abatido por su propia naturaleza, aún habiendo cambiado para bien el destino y las circunstancias de los demás.

En el estilo clásico, después de leer una larga historia, nos encontramos que la tragedia no tiene final feliz.

Hoy en día, hablar de tragedias no está bien visto, a menos que se cambie el estilo clásico y se siga el estilo gringo, en donde la tragedia siempre tiene final feliz gracias al poder del amor que todo lo cambia y todo lo puede.

Hablamos del amor al dinero, claro está.

Antes, las tragedias tenían su encanto, porque dejaban ver las contradicciónes internas del protagonista, sus dudas, su nobleza, su voluntad y la convicción de mantener sus valores en la lucha frente a la adversidad. Todo este escenario terminaba haciéndolo grande aún en su derrota final, pues el portagonsita lograba dar trascendencia a sus valores. Hoy, como en este mundo no hay cabida para los perdedores por honorables que sean, las tragedias son lectura basura.

En la actualidad, para que las tragedias llamen la atención, deben ser cercanas en tiempo y en espacio. Una tragedia debe ser intempestiva, súbita, sorprendente e inesperada. Hoy en día, si las tragedias van cargadas de cierto sufrimiento ajeno y algún sentido morboso, con el que nos sintamos conmovidos, funcionan de maravilla.

Una tragedia debe ser un evento de narración corta, impactante, en donde el protagonista se salve y venza. En la tragedia actual, siempre es necesario que se atisbe un halo de esperanza sanadora propia de un vencedor; si no, es basura, nadie la lee.

¿No me creen? Háganse ustedes mismos la prueba.

Aquí tienen dos ejemplos de tragedias.

Ejemplo 1, versión moderna:

Muerte, dolor y caos en Haití.

70 000 muertos, 200 000 heridos, 3 000 000 de afectados tras un terremoto de 7.5 grados.

Varias ciudades totalmente destruidas.

El Gobierno, sin infraestructuras y precario, esta desbordado. La policía incapaz de poner ningún orden.

Aún permanecen cientos de miles de personas bajo los escombros.

Sin hospitales, ni agua potable, miles de cadáveres se amontonan en las calles de Puerto Príncipe.

El aeropuerto colapsado, las vías de comunicación interrumpidas. Las telecomunicaciones nulas.

Se teme que la población muera por epidemias. El 80% de 7.5 millones de haitianos vive en la miseria, sin luz, sin agua, sin alimentos, sin desagüe.

La violencia por falta de comida y desesperación deja las primeras víctimas en Haití.

Impera la ley del más fuerte.

Caos y catástrofe por do quier, aún así surge la luz de la esperanza: una niña de 2 años es rescatada después de estar sepultada 7 días entre los escombros.

La ayuda Internacional no se hace esperar. EUA destina cien millones de dólares y manda 10 000 soldados a la zona para reestablecer el orden y ayudar a los damnificados. Va en camino un portaaviones y un barco hospital con doce quirófanos. La Unión Europea destina 200 millones de euros para su ayuda y envía otro barco hospital. La ONU autoriza el envío de otros 3000 policías.

La comunidad internacional se vuelca en auxilio de este pobre país. Deportistas, toreros, artistas, músicos todos destinan parte de sus ganancias a la causa por Haití.

La ayuda internacional empieza a llegar poco a poco.

“ Después de que pase todo esto. No se olviden a Haití,” clama el condolido Presidente de este país caribeño.

El FMI promete el préstamo de 100 millones de dólares sin intereses, y propone un plan Marshall de reconstrucción a futuro para Haití: "Estamos trabajando para tratar de eliminar la deuda de Haití". Según se informó en la web de la organización.

El mundo se une por la reconstrucción de Haití.

Ahora el ejemplo 2, la versión clásica (ya saben, es larga y de final triste. Ojalá y se animen a leerla):

Antes de 1492, la segunda isla por tamaño en el Caribe, con sus dos penínsulas y un golfo en su parte oeste, no dejaba de ser azotada por los huracanes y ciclones durante la estación de lluvias. Tropical en las costas y fría en las montañas, con un gran lago de agua salada y cuatro planicies entre las montañas, sin ríos navegables, tampoco se salvaba de sufrir terremotos. Era tierra fértil para el cultivo y contaba con abundante madera y oro. Lo que sabían bien el medio millón de habitantes que la poblaban entonces, tres etnias- arawak, caribe y taínos- gobernadas por 5 caciques.

El 5 de diciembre de 1492, Colón bautizó a esta isla como la Española. Días después, construyó El Fuerte de Navidad, que fue el primer emplazamiento europeo en América. Un año más tarde, en la parte Este de la isla, Colón fundó la primera ciudad europea en el continente americano: La Isabela.

Para los nuevos colonizadores, el suelo resultó también fértil para los cultivos de café, mango, caña de azúcar, arroz, sorgo, jengibre, maíz y tabaco y para la explotación de madera, oro y ganado. Sus mares proveían abundante pesca. Asimismo, era un excelente punto de control militar y paso comercial, por estar a las entradas del Golfo de México y el Mar Caribe.

Para explotar las riquezas de la isla, la población indígena fue esclavizada y sometida a trabajos forzosos hasta casi hacerla desaparecer. Con todo, 27 años después de su descubrimiento, los menos de 11 000 indígenas sobrevivientes que quedaban, se revelaron y lograron cierto estatus de libertad.

Ante este panorama, los españoles empezaron a comprar gente de África.

A comienzos del siglo XVII, el comercio informal y el contrabando de mercancías con los Países Bajos e Inglaterra, por parte de los criollos españoles de la isla, afecta severamente el monopolio comercial de la corona española, y el gobernador de la isla ordena la despoblación y traslado de cuatro ciudades del norte y oeste de la isla a las proximidades de Santo Domingo, capital.

La isla se queda casi despoblada en esos territorios.

Con el tiempo, esas partes olvidadas de la isla fueron refugio de bucaneros, filibusteros y contrabandistas de origen francés. Con el tiempo esos refugios se convierten en poblados productores de tabaco y piel. Con el tiempo Francia reclama para sí el tercio occidental de la isla.

Con el tiempo y algunos altercados, España lo cede. Desde entonces, la isla queda dividida en dos: Santo Domingo y Saint Domingue.

Con Francia dueña de un tercio de la isla, Saint Domingue se vuelve una las posesiones más rentables de la colonización europea. Las riquezas de Saint Domingue contribuyen al engrandecimiento de la Francia del siglo XVIII. Saint Domingue endulza con su azúcar a la Francia ilustrada. Los franceses del siglo de las luces acaban con la mayoría de la riqueza de Saint Domingue, la deforestan, siembran caña de azúcar de manera intensiva y el suelo pierde fertilidad. Además, generan una sobrepoblación en la Isla. El negocio del esclavismo para la explotación de la isla y la compra-venta de esclavos para su exportación a otros territorios, genera una actividad jugosa y rentable . En Saint Domingue llegan a vivir 300 000 esclavos negros y 12 000 crueles y férreos esclavistas franceses.

Entre 1793 se inicia un tortuoso proceso de emancipación por parte de los esclavos y mulatos libres de Saint Domingue, quienes se enfrentan por igual a españoles, ingleses y franceses. En 1803 los franceses son derrotados y en 1804 Haití proclama su independencia. Los blancos son expulsados o asesinados.

Haití es la segunda nación americana en independizarse. La primera en donde los esclavos logran su independencia, la primera nación en América en abolir la esclavitud y la primera república negra del mundo.

A partir de esa fecha, Haití sufre un larguísimo periodo de aislamiento internacional con bloqueos y embargos comerciales, promovidos por las potencias europeas y los Estados Unidos, que no podían admitir la existencia de un país gobernado por negros, ex-esclavos, lo que implicaba una amenaza a sus propios sistemas y negocios esclavistas.

A partir de esa fecha, negros y mulatos gobiernan el país, y los países metropolitanos se empeñan en probar que los negros son ingobernables e incapaces de gobernarse a sí mismos. Ni siquiera el mismo Simón Bolivar le reconoce su categoría de estado.

A partir de esa fecha, las plantaciones, sin su sustento esclavista, y sin posibilidad de exportación, se van perdiendo y la sociedad vuelve a una economía de subsistencia al estilo africano.

Desde su independencia, Haití sufre una sucesión de conflictos que reflejan las pugnas entre los mulatos y afrodescendientes ricos por hacerse permanentemente del poder y de los beneficios del país, vendiéndose al mejor postor extranjero: 22 presidentes en 73 años, 21 asesinados o depuestos en ese tiempo.

Aún siendo independiente, la población haitiana sufre de un total olvido y una total indefensión.

En 1826, la antigua metrópoli, Francia, condiciona el reconocimiento de la independencia haitiana y el levantamiento del bloqueo económico a cambio de 150 millones de francos-oro. A partir de 1834 tras una negociación, Haití comienza a pagar esa llamada "deuda francesa", para lo cual fueron establecidos impuestos, restablecidas plantaciones y contratados créditos con bancos franceses que sometieron al país a una creciente deuda externa.

En 1867, tras la Guerra de Sesesión que pierden los estados escalvistas, Estados Unidos reconoce al gobierno de Haití. Sin embargo, en 1891, fiel a su voracidad expansionista, los Estados Unidos reclaman de hacerse conceder la punta noroeste del país.

A partir de 1908 Estados Unidos entra en Haití, compra o expropia terrenos, desarrolla plantaciones, construye ferrocarriles en donde le conviene, continúa con la deforestación, establece negocios protegidos. En 1915, Estados Unidos decide controlar el Caribe para evitar la influencia del expansionismo alemán. Haití es lugar estratégico en ese sentido. En 1915, so pretexto de atemperar la inestabilidad política de Haití, Estados Unidos la invade y la convierte en su colonia. A partir de 1915 y hasta 1934, Estados Unidos se apodera de toda la producción de azúcar de Haití, compra su banco central – que pasa a ser una sucursal del Citibank-, controla la emisión de la moneda, controla las finanzas, se lleva todo el oro de las reservas del banco de Haití a Nueva York, colapsa dictaduras, tira presidentes, controla al Parlamento, asegura la promulgación de “leyes progresistas” a su favor, impone dirigentes, recauda impuestos, controla las aduanas, matan líderes rebeldes en las zonas rurales, impone la ley marcial en Puerto Príncipe. En 1934 el presidente Franklin D. Roosevelt ordena el retiro de Haití de las tropas norteamericanas. Las compañías americanas se quedan apoyadas por la burguesía comercial haitiana, el ejército, la iglesia y la burocracia. En 1935 Estados Unidos acepta un plebiscito que extiende el período presidencial del Presidente Vincent hasta 1941.

Después de este año, Haití sufre las mismas convulsiones que ha sufrido a lo largo de su tormentosa historia. En 1946, un golpe militar. En 1956, una huelga general. En 1957, con ayuda financiera y apoyo militar de los Estados Unidos, se establece la dictadura del auto nombrado presidente vitalicio Francois Duvalier. De esta manera, Estados Unidos controla durante 30 años su economía y la posible ingerencia de los soviéticos en su traspatio. En 1971, sucesión de poderes: muere el padre Duvalier, sigue el hijo Duvalier. En 1981, el Banco Mundial impone en los planes económicos del clan Duvalier y sus socios extranjeros, la expansión de las corporaciones privadas y la minimización de los objetivos sociales. Haití gana en analfabetismo, precariedad sanitaria, precariedad legal, inseguridad y desigualdad social. Ganan en ingresos, la élite haitiana y los inversionistas extranjeros.

En 1986, se da una insurrección popular en contra del hijo de Duvalier y el ejército controla el gobierno. Ese año entran los economistas de las metrópolis a reformar Haití para modernizar y liberar su economía. Haití gana en desnutrición, al orientar la producción de las pocas tierras cultivables que le quedan para la exportación y no para el consumo de la población local. El Banco Mundial sigue considerando como prioritarios para sus préstamos, el incremento de los beneficios de los productores estadounidenses y los haitianos ricos y como secundarios los objetivos sociales. Los salarios caen casi en un 60%. Haití sigue ganando en miseria, analfabetismo, inseguridad, desigualdad y precariedad sanitaria.

En 1988 se da primero un derrocamiento y otro golpe militar después. En 1989 cae el muro de Berlín. Estados Unidos ya no necesita invertir en su traspatio. En 1990, otro golpe militar en Haití. En 1991, hay elecciones y otro golpe de estado ultraderechista de las élites haitianas, con el rechazo de los Estados Unidos y la comunidad internacional. Tras este golpe de estado ultraderechsita, en Haití se da más de lo mismo: Estancamiento económico, políticas económicas inapropiadas, inestabilidad política, escasez de tierras cultivables, deterioro ambiental, uso continuo de tecnologías inadecuadas, falta de inversión pública en recursos humanos, migración de grandes grupos de la población calificada laboralmente, una tasa de ahorros débil y endeudamiento externo, represión, pérdida del sistema judicial y autoritarismo. Presión por parte de los países y organismos internacionales para controlar y derribar al gobierno, que no encuentran ya necesario respaldar a la ultraderecha haitiana. Sanciones por parte de Estados Unidos. Embargo de la OEA a todos los bienes de importación, excepto alimentos y medicinas. Con el embargo y las sanciones, pérdida de las escasas fuentes de trabajo. Por ejemplo: el sector del ensamblado en Haití dependiente de Estados Unidos, cae de 35 000 trabajadores en 1991, a 400 en 1994.

En 1994 cae de la dictadura militar. Regresa el presidente derechista depuesto. En 2001 el presidente derechista, elegido libremente por tercera vez, decide dar un giro a la izquierda a la economía de Haití para el beneficio social del país . Establece relaciones con la Cuba castrista y con la Venezuela chavista. Ante el desagrado de Estados Unidos, es derrocado en 2004.

En 2004, tras la deposición del presidente, los “cascos azules” de la ONU ocupan el país. Entra la fuerza multinacional para estabilizar y reencauzar al país. La fuerza esta integrada por efectivos de Estados Unidos, Francia, Chile, Bolivia, Brasil, Canadá, Colombia, Croacia, Ecuador, España, Filipinas, Francia, Guatemala, Jordania, Nepal, Pakistán, Paraguay, Perú, Sri Lanka y Uruguay.

Como se ve Haití, el país más pobre de América, sufre y no ha dejado de sufrir desde hace mucho tiempo: terremotos, ciclones, huracanes, deforestación y contaminación del agua potable. Desde hace mucho tiempo hay carencia de infraestructuras sanitarias y desagüe. Desde hace tiempo no ha dejado de sufrir desempleo y desigualdad social. Desde hace mucho tiempo sufre y no ha dejado de sufrir analfabetismo – más de la mitad de las mujeres haitianas no saben leer ni escribir-, inestabilidad política, ingobernabilidad, ruptura de instituciones, nulidad de sistema judicial e ingerencia de terceros extranjeros en sus asuntos internos. No ha dejado de sufrir el imperio de la fuerza de las milicias, el ejército, las bandas de delincuentes, la policía, los agitadores políticos, la oligarquía comercial y la burocrácia política. Desde hace mucho tiempo el 80% de sus 7.5 millones de habitantes viven con menos de 1 dólar al día. Los haitianos mueren en promedio a los 51 años, lo más probable, de SIDA: 30 000 muertos en 2001. La enfermedad ha dejado ya a 200 000 niños huérfanos, más que ningún terremoto. Desde hace mucho tiempo, el 90 % de los niños tienen parásitos intestinales. Desde hace mucho los niños en Haití mueren de infecciones respiratorias, meningitis, tuberculosis, diarrea, cólera y tifoidea. Desde hace mucho tiempo, diariamente, de los niños menores de 1 año, 80 mueren por cada 1000 que nacen vivos.

Habiendo inundado a Europa y a Estados Unidos de azúcar durante dos siglos, en la actualidad, solamente el 2% de su suelo es fértil.

Hoy, Haití se enfrenta una vez más, como siempre en su tragedia, a otro de esos terremotos que siempre la han convulsionado: 70 000 muertos y 200 000 heridos, con un Gobierno sin infraestructuras y precario, desbordado y sin dinero. Sin hospitales ni agua potable y miles de cadáveres amontonados en las calles, esperando la ayuda generosa de aquellos que nunca la han respetado y que la han expoliado y explotado desde siempre.

lunes, 11 de enero de 2010

Cuento supercorto de año nuevo

Héte aquí tú hoy ¿Cómo ayer?