miércoles, 27 de mayo de 2009

Apuntes sobre la marcha

Uno.
La casa tirada, el niño con hambre. Domingo por la tarde.
Situación de crisis.
Benditos chilaquiles de "La Sierra" y frijoles refritos peruanos que aparecieron en la alacena como "kit" de emergencia.
Otro prueba fehaciente de los alcances del efecto mariposa.

Dos.
Después de leer a Miranda, insisto, a mí, desde chiquito, me encanta el higado encebollado.
A lo mejor por eso pienso como siento, soy como estoy y tengo lo que he.
Lo tengo asumido y digerido. Espero que no se asusten; simplemente, es así.

Tres.
Creo que he descubierto la función social del ronquido.
Yo ronco fuerte y feo.
Cuando no ronco, mi hijo bebé escupe el chupete y llora. Me paro y se lo doy. Se duerme enseguida. Así dos o tres veces durante la noche.
Me doy cuenta que es su manera de constatar que estoy cerca.
Si ronco, no se despierta. Duerme de un tirón. Seguramente me escucha y con eso eso sabe que estoy cerca.
Roncar crea un vínculo paterno-infantil.
El único pero a mí teoría es que todavía no logro convencer a mi esposa de su validez universal.

Cuatro.
Me rompí el tendón del dedo meñique de la mano derecha. No tengo fuerza y me duele enormidades cuando toco mi teclado.
Dejar de hacer. Dejar pasar.

Cinco.
No hay quinto malo, ni tampoco más comentarios.