martes, 29 de mayo de 2012

Alma de madera viva

Piensen lo que quieran, pero no digan que es un ser inerte.
No.
No piensen que es inerte y que por ser un simple mueble,
su alma es solamente una estructura de madera.
No.

Si lo hubiesen conocido, a pesar de no ser un ser vivo:
Descartes diría que su alma es res extensa, porque existe, pero no posee consciencia.
Espinoza vería que su alma es atributo y modo, de la sustancia divina.
Leibniz encontraría en él, en vez de alma, una mónada, como elemento último del universo, encerrada en sí misma.
Lessing la encontraría como aspiración infinita.
Kant afirmaría que su alma es imposibilidad de aprehender lo absoluto.
Fichte señalaría que es saber y acción.
Hegel comentaría que su alma es auto-desarrollo de la idea.
Schelling la definiría como potencia divina.
Nietzche diría que su alma es un ente imaginario, para acercarse a Dios.
Freud que es la diferencia entre el ego y el super ego.
Jaspers que es su existencialidad.
Heidegger su ser-ahí, su Dasein.
Bloch su realización originaria del futuro.

No importa lo que ellos filosofasen, ni lo que debatieran en torno al alma, si hubiesen conocido al mueble, se habrían dado cuenta, que por su origen y a pesar de su materialidad, todas esas ideas bien valen para definir su alma.

Más que eso.

Buda diría que este mueble, sobrio, sencillo y elegante, nació poseyendo esa energía trascendente, invisible e inmensurable que se deriva de los actos, de las palabras y de los pensamientos pasados.
Porque este mueble sabe muchas historias.
Porque este mueble vivió y sufrió la tristeza, el desengaño y el dolor, antes de nacer.
Porque este mueble nació viejo. Nació con karmas.

Es cierto.

A este mueble lo rechazaron y lo reprocharon tristemente cuando todavía era una idea. A este mueble no lo querían y al no quererle, no le permitían ser y mucho menos estar. Lo negaban, y al negarlo, moría antes de nacer.

Pero ese mueble que como idea ya se sentía morir, como la intensión, como la pulsión, como la voluntad y la energía vital que era, fue buscando su corporeidad para materializarse, y buscó ser y buscó estar aún a pesar de los reproches, aún a pesar de los rechazos, aún a pesar del dolor sentido.

Y si ese mueble está ahí, fue por esa fuerza interior, vital y generadora que luchó por liberarse. Fue por esa fuerza de voluntad que se transformó en ánimo; y ya saben, el ánimo cuando empuja, cuando se enciende, cuando genera, cuando empieza a andar, se anima y entonces, se vuelve ánima y el ánima, cuando se sublima, se transforma en alma.

Y si ese mueble está ahí, y si ahora es admirado por todos y luce sencillo y elegante, fue por la intensión, la paciencia y la perseverancia de un alma que actuó desde la congruencia de siempre escucharse y de seguirse a sí misma, que fluyó siéndose fiel a pesar del dolor, la decepción y el rechazo sentidos. Un alma que sabe que no hay mayor tristeza y desolación que vivir negando la voz interior de su corazón. Un alma que vive profundamente agradecida con la vida, y que ahora, como alma que es, ha dado vida a ese mueble. 

Piensen lo que quieran, pero por favor, no digan que este mueble no tiene alma, pues desde antes de nacer, este mueble lleva inherente a él, el sentido de la vida misma.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Música interior

No siempre, pero en momentos de particular sensibilidad,
tengo la capacidad de escuchar música en mi interior, sin tararearla.

Es música que surge desde mis fibras más sensibles,
cuando el eco de mi vida pasada, 
o este amor puro en la presente,
me invitan a sentir.

Parece una falsedad,
pero si se tiene una sutil impronta,
es fácil lograrlo.

Si quieren saber a lo que me refiero,
cierren los ojos
y escuchen la risa de un niño de tres años,
reverberando en ustedes.

Estoy seguro de que en este mismo instante,
ya la han escuchado.
Estoy seguro de que esa su música interior,
ya los ha llenado de vida.

Así escucho yo tu risa, 
mi pequeño colibrí, 
como esa música interior
que me llena de vida.