“Dí: si todo el mar fuera tinta para las palabras de mi Sustentador, ciertamente se agotaría el mar antes de que las palabras de mi sustentador se agotaran. Y si así sería, aunque añadiéramos un mar tras otro”.
Corán, 18:109
Es Ramadán. Toca honrar a Al-lâh y Muhammad, su único profeta.
Muhammad representa al hombre en su plenitud, en su perfección.
Muhammad dice que solo hay Uno-Único, Al-lâh.
Muhammad vincula en su persona sin ningún tipo de fractura, lo cotidiano con el mundo sobrenatural. Es el cuerpo que contiene la palabra divina, que contiene la Revelación. Muhammad pide que cada uno reconozca la paz de Al-lâh latente en si mismos. No pide que se dé testimonio de aquello en lo que cada uno cree, sino que cada uno dé testimonio de cómo experimenta a Al-lâh en el mundo, para que cada ser humano establezca un vínculo que le permita vivir en Al-lâh directamente y sin limitaciones.
El Uno-Único, Al-láh, es creación continua, es acción pura, es aquello que lo mueve y lo sostiene todo, lo que todo transforma. El Uno-Único, Al-láh, es el vertebrador de todo lo que existe. Es la unidad que gobierna desde las profundidades de su perfección.
El Uno-Único, Al-láh, no tiene par, ni género, no engendra ni ha sido engendrado. No tiene principio ni fin. Es lo primero y lo último. Es lo oculto y lo manifiesto. Es la realidad en todos sus niveles.
El Uno-Único, Al-láh, no tiene asociado, ni puede ser asociado, por tanto, no puede ser simbolizado. Es indefinible, esta más allá y por encima de todo lo que se le atribuye. Incluso, de estas mismas definiciones. Es más sutil que las posibilidades del entendimiento a tal grado, que el mismo entendimiento queda desbordado ante su inmensidad. El Uno-Único, Al-lâh, se da a conocer a través de su creación y sólo puede ser intuido por la gran intuición primordial (rabb), que anida en cada ser humano. Rabb es Al-lâh dentro de cada ser. Sólo conociendo nuestro rabb nos acercamos a Al-lâh.
El Uno-Único, Al-làh, más allá del tiempo y del espacio, es la incógnita de nuestro presente rigiendo cada uno de nuestros instantes, es el implacable destino hacia el que nos encaminamos. El Uno-Único, Al-làh, hace posible a cada ser y lo conduce a la plenitud.
Sólo El Uno-Único, Al-lâh, es eterno. Sólo el Uno-Único, Al-lâh, trasciende.
Hay que invitar a cada uno de nosotros a dar testimonio de ello, dice Muhammad.
Es Ramadán, y tú, ¿Cómo experimentas tu Al-lâh?
Corán, 18:109
Es Ramadán. Toca honrar a Al-lâh y Muhammad, su único profeta.
Muhammad representa al hombre en su plenitud, en su perfección.
Muhammad dice que solo hay Uno-Único, Al-lâh.
Muhammad vincula en su persona sin ningún tipo de fractura, lo cotidiano con el mundo sobrenatural. Es el cuerpo que contiene la palabra divina, que contiene la Revelación. Muhammad pide que cada uno reconozca la paz de Al-lâh latente en si mismos. No pide que se dé testimonio de aquello en lo que cada uno cree, sino que cada uno dé testimonio de cómo experimenta a Al-lâh en el mundo, para que cada ser humano establezca un vínculo que le permita vivir en Al-lâh directamente y sin limitaciones.
El Uno-Único, Al-láh, es creación continua, es acción pura, es aquello que lo mueve y lo sostiene todo, lo que todo transforma. El Uno-Único, Al-láh, es el vertebrador de todo lo que existe. Es la unidad que gobierna desde las profundidades de su perfección.
El Uno-Único, Al-láh, no tiene par, ni género, no engendra ni ha sido engendrado. No tiene principio ni fin. Es lo primero y lo último. Es lo oculto y lo manifiesto. Es la realidad en todos sus niveles.
El Uno-Único, Al-láh, no tiene asociado, ni puede ser asociado, por tanto, no puede ser simbolizado. Es indefinible, esta más allá y por encima de todo lo que se le atribuye. Incluso, de estas mismas definiciones. Es más sutil que las posibilidades del entendimiento a tal grado, que el mismo entendimiento queda desbordado ante su inmensidad. El Uno-Único, Al-lâh, se da a conocer a través de su creación y sólo puede ser intuido por la gran intuición primordial (rabb), que anida en cada ser humano. Rabb es Al-lâh dentro de cada ser. Sólo conociendo nuestro rabb nos acercamos a Al-lâh.
El Uno-Único, Al-làh, más allá del tiempo y del espacio, es la incógnita de nuestro presente rigiendo cada uno de nuestros instantes, es el implacable destino hacia el que nos encaminamos. El Uno-Único, Al-làh, hace posible a cada ser y lo conduce a la plenitud.
Sólo El Uno-Único, Al-lâh, es eterno. Sólo el Uno-Único, Al-lâh, trasciende.
Hay que invitar a cada uno de nosotros a dar testimonio de ello, dice Muhammad.
Es Ramadán, y tú, ¿Cómo experimentas tu Al-lâh?
2 comentarios:
Yo lo vivo con dos palabras que hoy resuenan en mi vida como la piedra que cae en el estanque, hace ondas concéntricas y se expande hacia el Uno.
Tolerancia y compasión.
Mi rabb dice que conocer el mundo creado por el Unico, es una buena forma de conocerme a mi.
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