jueves, 3 de septiembre de 2009

De ida y vuelta

Con eso de que abrieron una nueva línea de metro, hace ya algún tiempo que cambié mi ruta para ir al trabajo. Esta ruta consiste en ir sorteando calles por un barrio de clase media que no es el mío.

Al tiempo, con este cambio de ruta, me he dado cuenta de cómo un mismo trayecto puede ser percibido de tan diferente manera si uno lo anda de ida o de vuelta. Es curioso, porque aunque el tema parece ser el mismo, la escenografía, la iluminación y los actores cambian si uno va o si uno viene y es curioso también cómo el mismo trayecto, la misma ruta, puede ser más o menos atractivo o repulsivo, si cambia algo en ellos.

Para mí, la ruta de ida que sigo cuando voy a mi trabajo, siempre me había parecido más alegre que el de vuelta. Tal vez sea porque de ida, el camino es cuesta abajo. Tal vez sea por eso. Sin embargo, ahora las cosas han cambiado.

Antes, como ahora, de ida, me encontraba a los niñitos amodorrados que se resistían ir a la guardería, y a sus madres apresuradas por dejarlos para irse corriendo a trabajar. Antes, como ahora, me encontraba a los trabajadores y las trabajadoras que a paso ligero se dirigían, como yo, al metro. Eso sigue igual, pero algo cambió, porque antes, de ida, me encontraba a una barrendera que siempre me saludaba y a la que admiraba por su actitud alegre y dispuesta. Ella siempre barriendo y recogiendo por la mañana hojas, basura y cacas de perro sin importarle el calor, la lluvia, el viento, el granizo o la nieve. Era muy agradable encontrarla y saludarla, porque el saludo te lo regresaba siempre con un comentario amable y positivo adornado con una sonrisa, y salvo el día en que le pregunté su nombre – Rebeca – y ella me preguntó el mió, nunca cruzamos otra cosa más que un saludo, un comentario y una sonrisa.

Ahora ya no está, la habrán asignado a otro lugar, espero que este bien. Es triste decirlo, pero hoy en día mi trayecto de ida, aunque es el mismo, ha cambiado, porque le falta “ese algo” que ella le daba.

En el trayecto de vuelta las cosas también han cambiado, y aunque han cambiado, por desgracia ahora me parece aún más pesado que antes. En el trayecto de vuelta, por la tarde, me encuentro a las trabajadoras y trabajadores cansados que regresan a sus casas, como yo, desandando cuesta arriba lo andado por la mañana. Por la tarde, la acera ya está llena de basura y cacas de perro, por eso de que los vecinos los sacan a cagar y no las recogen. De vuelta, por la tarde, me sigo encontrando al perrito bravucón al que pasea una adolescente con cara de aburrimiento y que le da tirones con desgano para que no muerda a la gente. Eso sigue igual. Sin embargo, el trayecto parece haber cambiado para mal, porque antes, de vuelta, me encontraba a un señor de unos 50 0 55 años, con Síndrome de Down, que parecía estar ahí muy tranquilo en la calle viendo la fachada de la casa en donde vivía o contemplando absorto la fronda de un árbol y de repente, así, sin más, intempestivamente, se ponía él solito a dar voces y gritos y a discutir:

- Yost un u ..¡gilipollas!... bnst tu…¡’ijo ‘e puta!...¡…trag un estfg… ¡maricón! …ya vres conm… ¡que te follen!...serj entons un… ¡ a tomar por culo!

Así, él sólo, muy cabreado, arguía sepa dios con quién qué tantas cosas, vociferando palabrotas tan cabreado que a todos los que pasamos por ahí nos metía mucho miedo.

Ahora este señor ya no está. Era él el único que hacía menos pesado mi trayecto de vuelta por la tarde. Lo hacía menos pesado porque me divertía verlo enojado, discutiendo mil cosas con sus fantasmas interiores; y porque me hacía pensar el trayecto de ida y vuelta que seguirían sus pensamientos, o el porqué alguien habría trazado en la mente de este hombre, una ruta mental de tanta hostilidad.

Ahora ya no está, ya no lo he visto, espero que esté bien y debo decir, que mi trayecto de vuelta, aunque sigue siendo el mismo, me es todavía aún más pesado cuesta arriba, por la ausencia de “ese algo” que este señor le daba.

1 comentario:

Miranda Hooker dijo...

Es posible ir de ida y vuelta en la vida, no sólo de ida sin retorno, apenas durando.

Pero luego llegan las circunstancias y hay que bajarse del carrusel. Los demás siguen. Tú sigues.

Sólo el cambio es seguro. No hay doble sentido.