miércoles, 20 de agosto de 2008

El ethos fáctico de Amby Okonkwo

Asomarse al universo de la información para ser concientes del mundo que nos rodea siempre deja un tanto de asco o un tanto de decepción. Los acontecimientos cotidianos transfigurados en agujeros negros de tristeza, engullen toda nuestra energía y nos impiden ver una luz de alegría más allá de toda esa miseria.

Así, todos los días nos tenemos que tragar a través y gracias a la tecnología de la información: los votos de castidad de los pederastas, las torturas de los descuartizadores, la crueldad de los asaltantes, los azotes de los machos, las tropelías de los narcotraficantes, la corrupción de los moralistas, la megalomanía de los políticos, las ambiciones imperialistas de los empresarios, el nacionalismo globalizado de los militares, la tacañería del perverso, la compulsión creativa de los tecnócratas; las prescripciones antidepresivas de los consumistas, la auto-deificación de los científicos, la codicia de los profesionales, el fanatismo explosivo de los terroristas, la basura de los teleoperadores, las prebendas y prerrogativas de los incompetentes, las manías de los jefes y las depresiones de los empleados, las obsesiones de los padres obsesivos, el caché de los niños malcriados y las aportaciones de algunos pseudo-pensadores.

Estos especimenes noticiosos se encuentran también en género femenino, pues igual que aquellos, andan por ahí dando brinquitos salpicándonos de esa mundanal porquería sendas beatas de postín, cortesanas de los negocios, monjas del sadismo y actrices de la falsa dignidad y la vulgaridad entre otras tantas etcéteras.

Además de toda la crudeza del mundo real, tenemos que pensar que no toda la información que recibimos es necesariamente cierta y que hay quienes quieren inducirnos a tener una incorrecta percepción de nuestro depauperado entorno, pues como dijo el muy respetable y gran pensador de la vida currante, mi querido amigo el Sr. Don Primitivo, ex portero de este edificio donde trabajo: “Estos (periódicos) nos hacen leer lo que ellos quieren que creamos”.

Estos elementos del manipuleo y esos sucesos de la vida real me hacen pensar en el mundo en el que realmente vivo, el mundo que percibo y el mundo compartido en el que me gustaría vivir. Por eso, independientemente de la crudeza de los sucesos, la veracidad de la información o de la fiabilidad los medios, me sorprendo ante la sencillez de esta noticia:

Un sin papeles nigeriano, Amby Okonkwo, que a 40º bajo el sol en Sevilla vende pañuelos desechables de carro en carro en la calle, para ganarse como máximo 15 euros al día; se encuentra una cartera con 2700 euros, credenciales y tarjetas, la entrega a unos policías y estos se la regresan al mensajero que la acababa de perder; y él en agradecimiento, le da 25 euros a su salvador.

Cierto es que no puedo menos que sentir ternura y admiración por Don Amby (“no hubiera podido gastar algo que no es mío. No va con mis creencias”), respeto por la honestidad de los policías y alegría por el mensajero; pero me obliga a reflexionar en lo escasos que debemos andar de algunos recursos éticos para que en este mundo de depredadores insaciables e intereses creados, un hecho de buena voluntad, sea noticia.

Es cierto, la esperanza, la caridad, la misericordia, la fraternidad, la honradez, la solidaridad y el altruismo, sentidos en el tuétano desde la cuna y no obrados por pose, interés monetario o manipulación oportunista, son frutos que esperamos del mundo y que afortunadamente muchos anónimos invisibles siembran, como Don Amby, con el ánimo y la convicción de lograr de facto, ese mundo menos sombrío y más de vida en el que a todos nosotros, el grueso de la gente, nos gustaría vivir.

1 comentario:

Miranda Hooker dijo...

Me acordé mucho de esa tira de Mafalda donde ella canta la canción de protesta intitulada "Los buenos empezamos a cansarnos".

El bien es un lujo en estos días, porque además es un acto de fé. Ya ves, la bondad, la solidaridad, la empatía, la honradez hoy son noticia. Esa sí es una caricatura de la humanidad.