jueves, 21 de agosto de 2008

Asociaciones aberrantes de una mente ociosa

La mente ociosa produce asociaciones aberrantes.
Lo tengo comprobadísimo con la mía.

Ejemplo:
Salgo en una camilla, boca arriba, con una rajada de 12 cm. en la espalda, cuarto tornillos de vanadio, platino y níquel y un injerto en las vértebras hecho con limadura de mi propio hueso. Traigo una sonda por detrás que me drena la herida. El pito intubado. La muñeca canalizada con un catéter que parece garrapata y un dolor que me lacera. Después de estar cinco horas en el quirófano inconciente con la mente ociosamente en blanco ¿Qué es lo primero que pienso al salir? Quiero un chuletón de Ávila.

Otro ejemplo:
A los pocos días después de haber salido del hospital, voy al dentista con un dolor de muelas de vértigo, acompañado por todo el cuadro arriba descrito (sin el catéter garrapatoso, ni el pito intubado, ni el drenaje por detrás, obviamente). Llego. Estoy en la sala de esperas sin hacer nada, sin pensar en nada, soportando la incomodidad del dolor envuelto en un corsé de plástico totalmente rígido, haciendo yoga casera para mantener la mente en blanco. Espero no sé que tanto, así, con la mente ociosa y mi caparazón de plástico. Entro, me pinchan las encías, me sacan la muela del juicio. Salgo apendejado por la conjunción de analgésicos y anestesias para la espalda y la boca. Veo una hormiga negra perdida en la inmensidad alba e impoluta del piso de la sala de esperas y qué hago: me pongo a contar los pinchazos que mi maltrecho cuerpo hubo de recibir durante ese mes: 110… y lo más absurdo, me pongo a recordar todas las veces que me ha picado algún tipo de bicho con aguijón.

Y ahí me tienen, camino a casa. Recordando a las hormigas rojas chiquititas y rabiosas que se me subieron sin deberlas ni temerlas y me mordieron como depravadas en el jardín de la casa de mi tío Paco en Jalapa y mismas que me dejaron las extremidades hechas un bulto ardiendo. O las rojinegras grandotas como de medio centímetro que se me subieron en el Rancho del tío Pepe cuando estaba abriendo una cerca en medio del fango y que por poco me comen los cojones ¡Cerca la bala! O las rojas grandotas de Teotihuacán que no me hicieron nada pero que miedo que me daban. O las marrones que se me subieron cuando estábamos perdidos mi primo, mi hermano y yo en medio de la selva y me dejaron los pies más jodidos de lo que ya me los habían dejado las ampollas que para entonces me habían sacado mis huaraches de llanta. O la avispa en Wichita Falls que me picó a traición por la espalda y me la dejó como de dromedario, por mover el avispero cuando estába saltándome la barda del vecino . O la garrapata que me pescó un nervio detrás de la rodilla y la muy cabrita seguía chupando sangre calientita y yo, mientras, soportando la lluvia fría de noche en pleno campo. O las chinches que se colaron de ilegales en unos sleeping bags una vez que se los presté al primo Alvar y que tomaron carta de naturalización en mi colchón desde el cual azotaron mi cuerpo durante varias noches hasta que murieron por los efectos de la guerra química que les lanzó mi mamá. O los piojos que nos consiguió nuestra querida Chabela y que tuvieron la misma suerte que las chinches.O el milimétrico bicho de abdomen inflado con mi propia sangre que me descubrí en el interior del muslo, para mi asco, una mañana en Mérida. O el acoso de los mosquitos trompeteros muchas noches en muchas partes del mundo.

Me acuerdo ahora de la vez que me caí en una ortiga y acto seguido me comieron los mosquitos en un campamento en Valle de Bravo, de esto hace ya dos y medio eclispses de sol. Cómo habría quedado que cuando regresé, mis compañeros de prepa empezaron a gritar que yo tenía lepra o sarna o sepa Dios que enfermedad hiper-infecto-contagiosa y que me regresara a mi casa (bola de miserables); y en el metro, con todo lo apretujado que uno viaja ahí, nadie se me quería acercar.

Pero, y todo esto ¿a qué viene?

Ah sí, les estaba poniendo a mi mente como ejemplo de las asociaciones aberrantes de una mente ociosa, pero creo, no sé ustedes, que se las debo para otro día.

1 comentario:

Miranda Hooker dijo...

si, definitivamente la tuya es una mente ociosa que divaga pero pienso que ha de ser un efecto secundario de tanta histamina generada a lo largo de semejante relación con los insectos.

¡qué bárbaro!