viernes, 25 de noviembre de 2011

Las cosas de la ciudad

En esta ciudad,
la gente se vuelve, se marcha, se pierde,
la gente no se habla, no se dice, no se mira,
se vuelca sobre sus preocupaciones,
se ensimisma, se ignora, se olvida,
camina sola, anónima, solitaria.

En esta ciudad,
Ese río interminable de gente extraña,
me difumina, me esfuma, me arrastra;
me vuelve hetéreo, líquido, umbroso, cuasi invisible.
Nadie me habla, nadie me dice, todos se apartan;
me dan la espada, me ignoran, me ningunean;
y navego entre ellos anónimo, solitario;
como caminaría yo solo,
en cualquier otra ciudad del mundo.

Pero a esta ciudad la quiero, la amo, la adoro,
porque las cosas en ella
sí que me dicen, sí que me llaman, sí que me nombran,
sí que me dan mi lugar, sí que me hacen sentir alguno.

Porque cuando paso, las cosas en esta ciudad,
murmuran,
y me cuentan historias; 
y me devuelven mi luz y mi sonrisa y mi anhelo;
y me devuelven el cariño envuelto en ternura.

Porque por ahí por donde voy
las cosas en esta ciudad me recuerdan:  

Las calles que caminamos juntos,
los parques en que cantamos juntos,
los árboles que nos cobijaron juntos,
los bancos en donde nos sentamos juntos,
las escaleras en donde nos reímos juntos,
o los trenes en que hemos viajado
a todos esos lugares
en donde hemos soñado ir
juntos.

Es hermoso...muy hermoso...
que cuando la gente se vuelve,
se pierde, se marcha y me ignora,
las cosas en esta ciudad
me hablen con tanta dulzura
de tí.

3 comentarios:

Ana dijo...

A esta ciudad se la quiere por sí misma.

La leyenda cuenta que cuando un madrileño muere, viaja hasta el Cerro de Garabitas (en la Casa de Campo). Cuando llega la madrugada emigra junto al resto de almas hacia el más allá.

Muy pocos son los que aseguran haber visto este fenómeno que se produce en el Cerro en las madrugadas. Los afortunados que lo han conseguido aseguran que una nube de color violáceo se eleva despacio hasta el infinito.

También dicen que justo antes se ven unas lucecitas, cada una corresponde a un alma que habita en cada rama de los árboles, como queriendo aferrarse a Madrid, intentando no marcharse.

Antes de llegar al cielo, abren un agujerito para ver por última vez su querida ciudad.

DE MADRID, AL CIELO.

Miranda Hooker dijo...

Y fíjate, que aún lejos, esa ciudad me cuenta de tí en ella, reverberando, resonando tus amores.

Anónimo dijo...

Tienes toda la razón en amar a esa ciudad.¡Viva Madrid!