miércoles, 16 de junio de 2010

Quicio y virtud

Un hombre poco virtuoso es el que se desquicia fácilmente.
Desquiciado es aquél que ha perdido la compostura.

Prudencia, fortaleza, templanza y justicia.

Los filósofos griegos y romanos la llamaban virtudes quiciales (de quicio) y las entendían como aquel saber que un hombre, obrando conforme a la ética, debía tener para mantener el orden y el equilibrio en la sociedad.

Platón decía que ejercitando la razón se lograba ser prudente; que ejercitando el espíritu se lograba ser fuerte; que dejando que la razón anulara los deseos, se llegaba a ser un Ser templado; y que un hombre llegaba a ser justo, cuando lograba que cada uno de esos elementos habitara en armonía en su ser.

En sus inicios, para la iglesia, las virtudes eran el quicio sobre el que se aseguraban los goznes de la moral y la conducta humana; pero después, las revisó y las reclasificó en las virtudes infusas y las naturales y lo complicó todo. Hizo por ahí otra subdivisión en las infusas, y separó por un lado a las virtudes teologales y por otro a las cardinales. De las virtudes cardinales derivó otras tantas. Así pues, de la prudencia se derivan la memoria, el entendimiento, la docilidad, la sagacidad, la razón, la circunspección, la providencia y la precaución; la justicia comprende la piedad, la obediencia, la gratitud, el justo castigo, la fidelidad, la simplicidad, la afabilidad, la liberalidad y la equidad. Aparejadas a la fortaleza van la magnanimidad, magnificencia, paciencia, longanimidad, perseverancia y constancia; y a la templanza: la vergüenza, honestidad, abstinencia, sobriedad, castidad, virginidad, continencia, mansedumbre, clemencia y modestia.

La iglesia señaló, además, otras virtudes, que de alguna manera se derivan de las cuarto principales pero que tienen relevancia propia porque son las que se oponen a los pecados capitales. He aquí el recuento: humildad, largueza, castidad, paciencia, templanza, caridad y diligencia, que se oponen a la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza.(Aunque yo estoy más de acuerdo con mi amigo Ernesto Arevalo que dice que a la lujuria se le debería oponer la gula, porque no hay en este mundo quien pueda echarse un palito después de haber tragado como Pantagruel).

Quicio y virtud. Compostura y comportamiento.Ajá,sí.Muy buenos conceptos.Sí.Todo muy bonito.Aunque desgraciadamente, según esto,a los ojos de la ética platónica y de la moral cristiana, yo nunca podré ser un hombre virtuoso. Pues a ver, me pueden decir ustedes,qué virtud cardinal, para no salirse de quicio, se debe aplicar en caso de:

Tener un intempestivo retortijón de tripas, así nomás porque sí, y que se te escape un flato cuando están rezando en un velorio.
Sufrir un callo mientras tus hijos te acosan durante horas en un parque de atracciones.
Tener almorranas y que en una junta de evaluación a la 5, un viernes por de la tarde, te lean la cartilla.
Escuchar que te digan, después de remojar el churro: “Creo que mi esposo tiene Sida”.
Tener migraña y que con tu pasaporte en la mano, un agente de la migra gringo te diga que tú no eres quien dices ser.
Encontrarte en una cama con el aliento inestable de una total desconocida, de la que ni su nombre sabes, y con la que pasaste una noche de desenfreno pasional y lujuria desbocada.
Que tu hermano entre gritando en la delegación “Dónde está el cuerpo del delito,” cuando sabe que te embotellaron por faltas a la moral en la vía publica.
Recibir un pellizco de monja, porque no te quieres comer la mierda de ensaladilla rusa que te sirvió la amiga “nice” de tu madre.
Pegarte con la pata de la cama en el dedito pequeño del pie y pellizcarte el escroto con el zipper del pantalón, todo en la misma mañana.
Guacarearte en un restaurante top-ten y que te dé un ataque de risa.
Que en un examen de matemáticas, nadie te deje copiar.
Morderte la lengua comiendo jícamas con chile y limón.
Ir de visita a la casa de tu jefe y que se tape el excusado.

Con esta vida que llevo, no hay manera de ser virtuoso, digo yo…

1 comentario:

Miranda Hooker dijo...

Ese último párrafo me quebró la cabeza.

La virtud cardinal de matizar, propongo.