viernes, 21 de mayo de 2010

Con toda mi admiración y respeto.

Hace no mucho ni poco tiempo, mi hermana y mi cuñado cumplieron treinta y cinco años de casados. Evidentemente, van bien encaminados; pero todavía no le llegan a los 50 y pico de mis padres(aunque, aquí en corto y siendo indiscreto, la verdad es que mis queridos viejos, de picar, ya no pican nada; eso sí, con sus 50 y pico de años viviendo juntos,demuestran contundentemente,que eso de que “el amor dura mientras dura dura”, no es para nada cierto…aprendan fogosos y retozones jóvenes de hoy, para cuando les llegue el malhadado día en que sus vergüenzas se vean, secas, menguadas y decadentes).

Ya en serio, es verdad, treinta y cinco años de casados son muchos años de convivencia juntos.

Según noticias que tuve de allende los mares, lo celebraron por todo lo alto. Sepa dios cuanta gente asistió al evento para felicitarlos y para compartir ese día con ellos dos. No era para menos, treinta y cinco años dan para tener muchas amistades. Dicen que estuvieron todos muy contentos. Por supuesto, tampoco era para menos. Con solo saber que alguien cumple treinta y cinco años de casados,uno quisiera contagiarse de todo ese respeto y tolerancia que han puesto como pareja en su relación; y siente admiración por la voluntad de desprenderse de una parte de su yo a favor del otro, para que su relación dure con el paso del tiempo. Que todos los felicitaran, tampoco era de extrañar. Todos nosotros, como sociedad, valoramos, aplaudimos y admiramos abiertamente esos principios en las relaciones duraderas.

Asi puesto, todo es muy bonito, y sin embargo,tristemente, esto no es del todo cierto. El rasero que aplicamos para valorar 35 años construyendo una relación en base a estos principios, llevados a cabo a rajatabla, no es el mismo para unos que para otros, aún cuando 35 años sean los mismos años para todos.

Todo esto lo digo porque por esas mismas fechas, una pareja de amigos muy queridos cumplió también 35 años de relación y decidieron formalizarla legalmente como pareja de hecho. Ellos, como todos los demás que han pasado 35 años juntos, saben lo mucho que se necesitan el cariño, la tolerancia, el respeto, la vinculación, la fidelidad, la lealtad, la solidaridad; de la mucha reciprocidad, el mucho compromiso, la mucha comunicación y el mucho deseo de ambos por tener las ideas claras para hacer, cotidianamente, 35 años juntos. Tal vez ellos lo sepan mejor que nosotros, porque a ellos, a diferencia de nosotros, en estos últimos 35 años, su entorno social no les ha reconocido su relación e incluso, se las ha negado y reprochado.

Aún así, ellos dos, después de 35 años de vivir el uno para el otro, en las buenas y en las malas, poniendo, como cualquiera de nosotros, el mismo sentimiento de reciprocidad y desprendimiento a favor del otro para que su relación dure, pero sufriendo la negación indiscriminada de sus familiares y amigos, tomaron la decisión de formalizar su relación como pareja de hecho para protegerla legalmente en un futuro; y sin embargo, a pesar de la magnitud y trascendencia del evento y por el cargamento de reproches que llevan a cuestas, decidieron dejar fuera de este evento a todo su entorno social. A este evento tan importante para ellos- dos vidas que comprometen legal y abiertamente su relación de 35 años-, asistimos solamente 15 invitados. Los que los comprendíamos, dijeron. Los que los respetamos, dijeron. Solamente quince invitados amigos y amigas, ni un solo familiar. Solamente quince amigos y amigas a pesar de la cantidad de conocidos que les pueden haber dejado 35 años de convivencia. Un inmenso honor y alegría para nosotros quince, claro está. Una gran tristeza y vergüenza, para todos los demás que somos, como sociedad, por no reconocerlos, respetarlos y congratularles por la transparencia y solidez de sus principios, como a todos los otros.

Felicidades a mis dos amigos gay, por la decisión tomada y por sus 35 años juntos, desde mi total respeto y más profunda admiración.

1 comentario:

Miranda Hooker dijo...

Me uno a la celebración. Y, desde aquí, les comparto la esencia de las palabras que dije en la fiesta de tu hermana. Que para lograr grandes metas, se requieren grandes esfuerzos, sobre todo si la meta es la felicidad.

No porque la felicidad requiera esfuerzo. Sino porque la meta da la fuerza, pero también la exige. Sobre todo en los casos que fluye a contracorriente, en un mundo intolerante e irrespetuoso.

Mucha fuerza, más luz y bendiciones a quienes se aman genuinamente, lejos de las apariencias, compartiendo el camino misterioso del corazón, día con día.