martes, 10 de marzo de 2009

la doxa y la patafísica

Me encantan los mundos patafísicos. Esos mundos en donde todo es anormalidad, en donde la regla es lo extraordinario. Esos mundos en donde el principio de la unidad de los opuestos se convierte en un universo complementario lleno de excepciones. En donde la anormalidad está plenamente justificada y aceptada y la regla es solamente lo extraordinario, lo inusual, lo poco común, lo raro, la excepción. Me encantan esos mundos patafísicos en donde no se compara lo particular con lo general y donde la generalidad y la universalidad quedan excluidas. Donde no es posible la teorización de sus contenidos, ni la teorización de ningún otro aspecto en particular y que cuando se teoriza sobre alguna particularidad, esto es solo una excepción.

Me encantan esos mundos en donde la fenomenología de todo aquello que se encuentra alrededor de lo que esta después de la Física, se vuelve un universo de posibilidades infinitas dentro de un mundo de posibles probabilidades, donde las leyes son impensables aunque excepcionalmente posibles e improbables y las soluciones son siempre imaginarias.

Por eso me encanta la doxa, porque sirve para descubrir esos mundos patafísicos.

Doxa, (δόξα) significa creencia común u opinión pública. Los retóricos griegos definían a la doxa como el uso de la opinión común para la creación de un argumento. La doxa es un recurso de la persuasión. De esa palabra aún encontramos vestigios en otras palabras como heterodoxia u ortodoxia.

Por eso me encanta la opinión de la personas, su doxa. Por eso me gustan las opiniones y todo aquello que los otros tienen que decir.

Me encanta cuando esa opinión, esa doxa, brota libre e inconcientemente, ad libitum, sin pensar. Como cuando se está en una fiesta, en un bar o en un autobús, o como cuando las personas hablan consigo mismas. Cuando la gente no se da cuenta de lo que dice o dijo. Cuando se les sale un lapsus brutus. Me encantan esas opiniones que da la gente cuando no se siente acosada, cuando tiene la guardia baja, cuando no siente que vaya a perder algo. Cuando siente que no están en juego ninguno de los palos de su baraja: ni sus oros, ni sus picas, ni sus bastos, ni sus espadas.

Me encanta la doxa, la opinión de las gentes, porque me permite meterme en sus mundos de excepciones, sin reglas ni generalidades, de soluciones imaginarias. Porque me permite meterme en esos mundos intangibles más allá de su propia física, mundos de su muy personal patafísica.

Me encanta cuando el inconciente de una persona se salta las trancas huyendo de sus propios mitos, miedos, creencias y tradiciones y denuncia y evidencia, por la opinión de la persona que lo retiene, al ser diminuto, equívoco, impreciso, irrepetible, vulnerable, incongruente e incoherente que es, que somos. Me gusta mucho cuando es el inconciente de un fanfarrón, un creído, un soberbio o un sabelotodo el que se salta las trancas. Me da mucha emoción descubrir su humanidad desenmascarada a través de su propia opinión. Me emociono cuando se ven arrinconados por ellos mismos y se angustian al sentirse desnudos frente al paredón de imaginarios creyendo que van a ser fusilados por el pelotón de simbolismos de su propia invención. Me encanta la pasión con que los ignorantes defienden sus escasos conocimientos y cómo los fanáticos o los aferrados tratan de imponérmela. No me gustan nadita esos cretinos que tratan de imponérmela a toda costa porque van por su patafísico mundo creyendo que su palabra es física, lógica, racional, cuantificable, medible, trascendente, incuestionable, atemporal, moral y que además, hace jurisprudencia y fundamenta leyes.

Sin embargo, me encanta la opinión humilde de los que realmente saben, por experiencia propia o por estudio.

Me encanta y me emociona descubrir que a final de cuentas, los mundos patafísicos de unos y de otros, terminan amarraditos a un mismo cabo y a una misma estaca. Todos queriendo dar su opinión, todos queriendo que sea tomada en cuenta y que sea respetada. Todos tratando de hacer constar la consistencia y la validez de su mundo unilateral y de sus representaciones manipuladas a conveniencia. Representaciones que sirven para llenar su ambiente emocional con un aspecto de independencia y naturalidad pero que no dejan de ser claroscuros de verdad y engaño. Representaciones que dejan ver maravillosos mundos patafísicos de anormalidad justificada en donde creen que los hombres son producto de su manipulación y las cosas, de sus soluciones imaginarias. Mundos perfectamente bien estructurados, jerarquizados, irracionales, pero absolutamente reales para su único habitante: el que opina. Mundos de soluciones imaginarias dominadas por la intimidad, la exclusividad, la pertenencia, la confianza y la familiaridad, la egolatría y siempre creados desde la parcialidad y limitación de la experiencia humana.

Que rollotote, válgame dios…me desconozco.

Bueno, a final de cuentas lo que quiero decir es que la opinión que más me gusta es la opinión que me hace reír. La que me libera de mi propia patafísica y me permite involucrarme en la otredad de una doxa ajena.

Eso .

¿Tú qué opinas?

2 comentarios:

Miranda Hooker dijo...

Yo viví mucho tiempo en el silencio, cuando la idea de hacer público lo que pensaba, sentia o creía, me angustiaba hasta la depresión. Y estaba muy convencida de estar volviéndome loca.

Lo extraordinario es que tengamos doxa a qué aferrarnos y sangoloteos existenciales para desaferrarnos a ella.

Esa cadencia es la que me gusta.

Ana dijo...

Para alguien que ha hecho de la incertidumbre su profesión, esto de la patafísica se me queda un poco pequeño.

Lo normal para mí es lo anormal, lo extraordinario, los números pequeños, lo que no va a pasar nunca y pasa.

Quizás esta deformación profesional me ha hecho desconfiada. En muchas ocasiones las opiniones ajenas me parecen pura palabrería. Muy pocas veces he podido decir con sinceridad esa frase tan políticamente correcta "respeto tu opinión, aunque no la comparto".

Respeto más a las personas que a sus opiniones. Me merece más confianza el criterio y la experiencia que la opinión.

ahora que lo pienso, será que a mí también me gusta opinar?