jueves, 10 de febrero de 2011

La línea 6 de Moebius

El otro día fui al parque del Retiro. Me encanta, tantos árboles. Llegué en autobús. Me encanta andar en autobús.El autobús va a haciendo sus paradas en ciertos puntos puntuales y no en ningún otro lugar. Acá en Madrid, está tan controlado su trayecto que incluso, se puede saber a qué hora pasará.

El autobús me recuerda la vida que muchos tienen. Subidos en un vehículo, con la confianza y la seguridad de llegar a un lugar al que ellos saben serán llevados, van ensimismados sin importarles nada más y sin darse cuenta del trayecto y los lugares por los que van pasando.
Como hacen con su vida.
Gente que se sube al autobús por la obligación que su circunstancia les impone, que se deja llevar a regañadientes por un vehículo público y que aguanta la incomodidad interior porque sabe que el trayecto dura solo un trecho.
Como van por la vida.
Gente que viaja sin ser exactamente ellos los protagonistas de su vida.Gente que se baja más adelante, y parten sin haberse enterado de la importancia ni los detalles del viaje, de su viaje.
Como cuando ya no tienen vida.

Yo tengo coche pero me encanta andar en autobús. Me gusta porque se sube uno y desde un vehículo en movimiento va viendo pasar allá afuera al mundo igualmente en movimiento. Afuera, todo es fluír. El paisaje cambia, las zonas cambian. Árboles, casas, perros, bicicletas, grúas. Los edificios pasan de la mano de las personas. No importa cuantas veces use la misma ruta, siempre hay algo nuevo por descubrir. No hay aburrimiento. Si miro para afuera, viajando en autobús no me aburre nada; como tampoco me aburro si miro para adentro. Unos suben otros bajan y según sea la zona por la que transita el autobús, el autobús se vuelve pijo o proletario y se ambienta según es el aspecto del personal que lo aborda en ese momento. A veces humildes, a veces ostentosos. A veces se llena de maletas, a veces de portafolios, a veces de mochilas, a veces de bolsas o carritos del super. Dependiendo de la hora, el interior se vuelve anciano o joven, hombre o mujer, casado o soltero y dependiendo del día,familiar, informal, deportivo, protocolario o festivo. Por eso mismo la vida interior del autobús se vuelve rica e interesante. Se reconocen miradas, gestos, modas, actitudes, estados de ánimo, clases sociales, jerarquías, relaciones, se infieren situaciones. No dejo de imaginar la vida de los otros. Me gusta el autobús porque me brinda un sin número de experiencias divertidas, diversas, diversificadas, enriquecedoras tanto mirando para adentro como para afuera.
A mi me gusta andar tanto en autobús, que lo tomo como diversión. Me subo en uno y sigo la ruta de cabo a rabo. Para mí el autobús es un medio digamos, extrovertido, porque me permite pensar el trayecto como un principio y un fin, me permite ir en un sentido o en otro, me permite ir hacia allá o hacia acá y me permite fluir libremente a través de las ventanas en ambas direcciones, hacia adentro y hacia afuera. Es extrovertido porque me lleva hasta el final sin pensar, sólo fluyendo,



Es extrovertido el autobús...sí...bueno... y ya que estamos en eso de hablar sobre el carácter de los medios de transporte, para mí el tren es igual, es extrovertido, me permite fluir libremente a través de las ventanas en ambas direcciones, hacia adentro y hacia fuera; pero creo que al tren no le conviene ser muy extrovertido, porque si pierde los papeles y se descarrila…madre mía la que monta…y peor la monta el avión si no toma pista y aterriza. El avión también me resulta extrovertido; aunque un poco idealista, porque anda tirando siempre a lo más alto y lo único que se ve para afuera cuando va volando, son nubecitas… bueno, el avión también es romántico…cuando se ven las estrellitas en el firmamento y les pedimos deseos.



El metro en ese sentido es más introspectivo. Ciertamente, igual suben y bajan las personas y cambia el ambiente en su interior, de acuerdo con la zona de arriba, por la que va pasando el metro abajo.Sin embargo, el metro creo que es introspectivo porque solamente podemos ver lo que ocurre en su interior, en el vagón; y, entre parada y parada,brevemente, lo que ocurre en el exterior. El metro creo que es introspectivo porque incluso ese exterior que vemos entre parada y parada - la estación, el andén-, no es realmente el exterior de metro, sino solamente otra parte de su interior. Por eso el metro, al movernos entre sus estaciones, vagones y andenes debajo de la tierra, desde su misma ubicación subterránea, a mí me parece que nos invita a sumergirnos en la profundidad de nuestro subconsciente y a meditar en todo aquello que se nos presenta como oculto, desde lo que tenemos como visible.



Debo decir que por eso me encanta andar en metro.

Hay una línea en Madrid que me gusta mucho. No es la más moderna, ni la más rápida. A muchos les parece un desastre, es lenta y en muchos casos cansada y cansina.

La línea 6 ya prometía desde que la conocí por primera vez.
- ¿Para ir al museo del Prado? – pregunté esa vez…-
- Bájese en la última estación – me dijo un vejete con muchas arrugas en la cara y ojos burlones.
- ¿Son muchas hasta la última?
- Si, muchas…-me dijo.
- ¡Qué bien! –me dije – todo un trayecto de introspección, de principio a fin, para mí solito…-

Ese día descubrí que la línea 6 es circular. Es la más introspectiva de todas las líneas de metro que conozco. Es la más profunda. En equivalencia, está a 20 pisos por debajo de la tierra. Esta línea, a excepción de las líneas 11 y 8, que parten de la línea 6, pero no se internan en ella, permite hacer transbordos con todas las demás líneas del metro de Madrid, al menos 2 veces, en diferentes puntos de su trayecto. También se conecta con las estaciones del tren y de autobuses. En esta línea 6 es en donde más fácilmente puedes desdoblarte el subconsciente. Es fabulosa. Puedes estar dando vueltas y vueltas todo el día. Es una línea en la que puedes leer y leer y leer, y el único límite que tienes es el que te impone el libro, cuando lo terminas. Es maravillosa, es una línea que tiene estación de inicio pero no tiene terminal. Es como la banda de Moebius. Tú decides en donde te bajas. Tú decides cual es la última estación.Recorrer toda la línea 6, es como viajar en el infinito.



Y sin embargo,contrariamente a lo que sucede con otras líneas, la 6, es una línea que según he visto, nadie recorre totalmente. Nadie recorre de cabo a rabo sus 28 estaciones. Nadie se sube en la estación Pacífico, da toda la vuelta y se baja otra vez en la estación Pacífico. Nadie cierra el círculo, nadie completa el proceso. Nadie se sumerge en su magia… porque esa es su verdadera magia…al menos yo, recorriendo toda la línea 6,viendo subir y bajar gente, parada a parada, estación por estación, recordé lo importante que es aprender a cerrar círculos, a completar procesos, a disfrutar de la sucesión de momentos minúsculos y diversos, a tener paciencia, a aprender a observar, a disfrutar de lo evidente y a desentrañar lo connotado. Aunque parezca mentira, siendo a línea 6 circular, no es lo mismo recorrerla en sentido de las manecillas de reloj a recorrerla en sentido contrario. La línea 6, se desdobla, se extiende por todo Madrid, se interconecta. Es como si pudiera hacer conexiones con otros sistemas del subconsciente más extrovertidos o igual de introvertidos. Es como si cortaramos longitudinalmente una banda de Moebius.

La línea 6 es la más introvertida e introspectiva de todas las líneas del metro que conozco, ciertamente; pero al mismo tiempo, al recorrer toda la ciudad e interconectarla, al acoger todas las muestras representativas del mundo exterior en su interior, la línea 6 parece que rompe con la dicotomía adentro-afuera propia del medio de transporte introspectivo; porque viajando por la línea 6, uno puede conocer la otredad y la diversidad del Madrid exterior, desde el interior del metro.

Por eso la línea 6 con su disposición en circuito-círculo, y por esa ruptura de lo adentro-afuera que logra aún siendo introspectiva, me recuerda aquello que decía Lacan acerca del subconsciente, haciendo figura en la banda de Moebious, en la cual, siendo un objeto con una sola cara, coinciden interioridad y exterioridad. Decía Lacan que lo inconsciente, como el pensamiento y el deseo, no es ya lo que está en lo profundo, oculto, adentro del sujeto - léase ciudad-, sino lo que esta en la superficie del discurso -léase metro-.

Ahora que lo pienso… tal vez por eso me guste andar en autobús, metro y tren, por la relación dentro-fuera que se establece en mi mente; y tal vez por eso mismo me guste tanto la línea 6 del metro como diversión, porque como la banda de Moebius, tiene la curiosa propiedad de poseer una sola cara, en donde el derecho se une con el revés y lo de adentro con lo de afuera.Tal vez por eso me guste la línea 6, porque me recuerda la banda de Moebius y la banda me recuerda que para descubrir su magia, es importante recorrer y cerrar los ciclos de la vida en todas sus situaciones y momentos. Tal vez por eso la línea 6 me guste, porque me recuerda de la importancia de estar atentos al discurso propio y ajeno,para que lo conciente y lo inconciente se vuelvan una sola cara…como aquí…ahora yo con ustedes…en donde mi consciente esta del anverso y mi inconciente del reverso, pero que se van desdoblando e intercambiando en cualquier punto de este escrito, según avanzan y terminan ustedes la lectura de este rollazo que les acabo de soltar.

2 comentarios:

Miranda Hooker dijo...

Qué hermoso post. Y el video del Moebius es la cereza.

No sé exactamente qué línea es, del metro de Madrid, a la que me subí de tu casa al centro. Quizás era esa y yo, ni enterada. Pero la recuerdo con toda mi fuerza: bajando a la tierra, a lo oscuro, al misterio, después de correr en las escaleras, observando a la gente, doliéndome por mi blog borrado y por la loba que aullaba. Y escuchar el mensaje automático que anunciaba, con voz de mujer "Próxima estación: Esperanza".

No se me olvidará jamás. La fe también tiene su circuito.

Ana dijo...

Tu entrada me recordó a una historia que me contó una compañera mía hace años. Ella es actuario y está casada con otro actuario, por lo que le conozco. Un día que estábamos hablando de lo divino y lo humano, me dijo que se sentía muy afortunada porque siempre había estado muy enamorada de su marido y que cuando comenzaron a salir, estaba tan emocionada que era incapaz de ir a la universidad, que no podía concentrarse, que sólo quería disfrutar de su felicidad y yo pregunté "y entonces ¿qué hacías?" y me respondió "me subía al autobús circular para no tener que bajarme al final de la linea, me sentaba en el último asiento y me pasaba el día dando vueltas por Madrid pensando en lo feliz que era porque había encontrado al hombre de mi vida".

Hoy siguen juntos y son padres de cinco hijos.