viernes, 22 de julio de 2011

El trece, contigo.

Camino rumbo a la casa
sin pausa, pero sin prisa.
Tengo tiempo,
voy por el niño.

Miro lo que siempre miro:
pasos de cebra,
contenedores,
puntos de fuga,
sombras,
matices
y reflejos escondidos.

Pienso en lo que siempre pienso:
En tí, en lo nuestro, en el niño,
en la suerte y el destino.

Camino….  
un destello en el asfalto
me pide auxilio.

Es un dije de plástico,
plateado y brillante...
brillante,
pero de absoluto,
valor ninguno.

Es un número trece
no más grande
que la yema de mi dedo.

Lo recojo y pienso
en lo que se dice de la suerte.

Me da pena, el número  trece,
nadie lo quiere.

Lo acusan de todo:
Explosiones, aquelarres,
muertes, traiciones,
matanzas y persecuciones.

Pobre trece,
por el malhacer de otros,
en el tiempo,
lo calumnian, lo señalan
y le dan un lugar,
junto a los malos presagios
y las supersticiones.

Me da pena el número trece,
nadie lo quiere.

Nadie piensa:
En las trece semanas que duran las estaciones del año.
Ni en las 13 fases sagradas del calendario maya.
Ni en los 13 pasos egipcios de iniciación a una nueva vida.
Ni en el 13 pitagórico de la evolución y el crecimiento.
Ni en el 13 mágico, iluminado, de cuerpo, alma y mente purificados.
Ni en 13 místico, llave que abre puertas al conocimiento.
Ni en las 13 órbitas completas que da la Luna a la tierra, al año.

Lo miro y pienso:
que el 13 era el número que traía en los dorsales
cuando andaba a las patadas
de niño futbolero, antaño.

Lo miro, lo miro y pienso:
¿Qué sentirán los que hayan nacido
bajo ese sino?
porque...
nunca el haber nacido,
puede ser signo de mal agüero.

La suerte, pienso.
La suerte es lo que uno hace
o deja de hacer,
en su momento.

La suerte, creo... 
la suerte es cambiar los azares en constancias 
y ser constante en lo que se hace.

"Al saber le llaman suerte"
por ahí, también, he oído.

Y pienso, que si por pura suerte hubiera sido,
yo no estaría, aquí, ahora, 
ni con el niño
ni contigo.

Me gusta este trece, coincidente,
que apareció cuando pensaba
en mi lugar, mi destino
en mis amores favoritos.

Lo miro y decido:
lo adopto como otro más
de mis objetos coincidentes
en calidad de amuleto de la suerte.

Le busco un sitio en mi cartera
junto a la foto del niño.

Me doy cuenta
que traigo más amuletos coincidentes
que tarjetas de crédito o dinero corriente.

Mis amuletos…mis objetos coincidentes.

Con ellos..
no me siento más seguro,
ni me hacen más rico;
solamente, me llenan de ilusión,
cuando los miro.

Cuando los miro, me recuerdan la buena suerte
que he tenido
de estar aquí y ahora,
contigo, amor, y con el niño.


2 comentarios:

Miranda Hooker dijo...

Me imagino ese trece con los objetos coincidentes, que tienen tantas historias de contar, antes y después de haber llegado a tí.

Todos ellos con la suerte de ser quien te dicen, de primera mano sostenida: sigue adelante.

Anónimo dijo...

No sè si fue un dìa trece cuando iniciamos nuestra amistad pero, de lo que estoy segura, es que fue un dìa de suerte. Un abrazo amigo.